(Tschai 02) Los Wankh

(Tschai 02) Los Wankh

Author:Jack Vance
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-12-17T18:01:22.839177+00:00


8

Reith despertó a la pálida luz del sol filtrada por los gruesos cristales ambarinos de las ventanas. Permaneció tendido en la cama poco familiar, recogiendo los dispersos hilos de su existencia. Era difícil no sentir un profundo abatimiento. Cath, donde había esperado encontrar flexibilidad, esclarecimiento y quizá incluso cooperación, era un lugar apenas menos difícil que la estepa de Amán. Obviamente era una locura soñar en conseguir una nave espacial en Settra.

Reith se sentó en la cama. Había conocido el horror, el pesar, la desilusión, pero había habido también momentos de triunfo y esperanza, incluso unos pocos instantes espasmódicos de alegría. Si tenía que morir mañana —o dentro de doce días, tras doce «toques»—, había vivido ya una vida maravillosa. Muy bien pues, pondría su destino a prueba. Helsse había predicho su partida de Cath; Helsse había leído el futuro, o la personalidad de Reith, más exactamente que el propio Reith.

Mientras desayunaba con Traz y Anacho, les contó sus aventuras de la noche anterior. Anacho consideró inquietantes las circunstancias que rodeaban todo lo ocurrido.

—Ésta es una sociedad perturbada, constreñida por la formalidad del mismo modo que un huevo podrido se ve constreñido por su cáscara. Sea cual sea tu meta, y a veces pienso que tú eres el más evidente de todos los lunáticos, no podrás conseguirla aquí.

—Estoy de acuerdo.

—Entonces —dijo Traz—, ¿qué hacemos?

—Lo que planeo es peligroso, quizá una auténtica locura. Pero no veo otra alternativa. Pretendo pedirle dinero a Cizante; lo compartiremos. Luego creo que lo mejor será que nos separemos. Tú, Traz, lo mejor que puedes hacer es regresar a Wyness, donde podrás llevar una vida no peor que la que has llevado hasta ahora. Quizá Anacho pueda hacer lo mismo. Ninguno de los dos sacaréis ningún provecho viniendo conmigo; me atrevería más bien a garantizaros lo contrario.

Anacho miró al otro lado de la plaza.

—Hasta ahora has conseguido sobrevivir, aunque sea precariamente. Me siento curioso por saber qué es lo que realmente pretendes. Con tu permiso, me uniré a tu expedición, que sospecho es a todas luces tan desesperada como quieres darnos a entender.

—Pretendo confiscar una espacionave Wankh del aeropuerto de Ao Hidis, o de algún otro lugar si parece más conveniente.

Anacho alzó sus manos en el aire.

—No me temía menos. —Empezó a enumerar un centenar de objeciones, que Reith no se molestó en contradecir.

—Todo eso es muy cierto; terminaré mis días en una mazmorra Wankh o en la barriga de algún componente de las jaurías nocturnas; sin embargo, eso es lo que voy a intentar. Os ruego encarecidamente a los dos que os dirijáis a las Islas de las Nubes y viváis de la mejor manera que os sea posible.

—Bah —se burló Anacho—. ¿Por qué no intentas algo más razonable, como exterminar a los Pnume o intentar enseñar a los Chasch a cantar?

—Tengo otras ambiciones.

—Sí, sí, tu lejano planeta, el hogar del hombre. Me siento tentado a ayudarte, aunque sea tan sólo para demostrar tu locura.

—En lo que a mí respecta —dijo Traz—, me gustaría ver ese lejano planeta.



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