No Sin Mi Hija by Betty Mahmoody

No Sin Mi Hija by Betty Mahmoody

Author:Betty Mahmoody
Format: mobi
Published: 2010-03-16T22:10:42+00:00


¿Cree usted en la Constitución y en la forma de gobierno de los Estados Unidos?

¿Desea usted hacer el juramento de lealtad a los Estados Unidos?

Si la ley lo exige, ¿está usted dispuesto a tomar las armas en defensa de los Estados Unidos?

A las tres preguntas, Moody respondió afirmativamente.

Viajábamos con frecuencia, y visitamos California y México varias veces. Siempre había un seminario o una convención médica a los que asistir, cosa que Moody y yo hacíamos, dejando a Joe y John en casa, al cuidado de una niñera. Las leyes fiscales vigentes nos permitían disfrutar de los lujos de estupendos hoteles y restaurantes, desgravándolo todo como gasto profesional. Fuésemos donde fuésemos, siempre llevaba un sobre conmigo, para guardar todos los recibos, documentando la naturaleza profesional de cada actividad.

El asombroso cambio ocurrido en las circunstancias de mi vida amenazaba a veces con abrumarme. Aunque no tenía un trabajo en el sentido convencional del término, estaba más ocupada que nunca. Con más dinero y afecto del que necesitaba, amada hasta la adulación, ¿cómo podía quejarme?

Desde el principio, tuvimos serios problemas en nuestro matrimonio y, desde el principio, los dos decidimos disimularlos. En raras ocasiones en que permitíamos que un desacuerdo saliera a la superficie, éste era casi siempre un producto de nuestras diferencias culturales. A Moody le parecían cuestiones tontas, y le producían confusión. Por ejemplo, cuando fuimos a un banco de Corpus Christi a abrir una cuenta, él escribió sólo su nombre en la solicitud.

- ¿Qué es esto? -le pregunté-. ¿Por qué no abrimos la cuenta a nombre de los dos?

Moody pareció sorprenderse.

- Nosotros no ponemos el nombre de la mujer en las cuentas -dijo-. Los iraníes no hacemos eso.

- Aquí no eres iraní -le recordé-. Se supone que eres americano.

Tras una pequeña discusión, Moody cedió. Sencillamente, no se le había ocurrido que nuestras posesiones nos pertenecieran a los dos conjuntamente.

Un hábito suyo que me irritaba era su actitud posesiva hacia mí, como si, al igual que la cuenta bancaria, yo fuera su bien personal.

Siempre que nos encontrábamos en una habitación llena de gente, quería que estuviese a su lado. Siempre tenía sus brazos a mi alrededor, o me cogía de la mano como si tuviese miedo de que yo huyera. Me halagaba su atención y su afecto, pero aquella insistencia era a veces molesta.

En su papel de padrastro, en vez de novio de mamá, Moody acusó también algunos fallos. Inconscientemente, adoptó una actitud paternal, exigiendo obediencia incondicional de Joe y de John. Esto resultaba especialmente molesto para Joe, que, a sus once años, estaba empezando a afirmar su independencia. Hasta aquel momento, Joe había sido el hombre de la familia.

Y luego estaba Reza, sin la menor duda nuestra principal fuente de tensiones en aquella época. Reza había estado estudiando en la Wayne State University de Detroit, y, durante algún tiempo, vivió en el apartamento que Moody tenía allí. Poco antes de nuestro primer aniversario, Reza obtuvo la licenciatura en económicas, y Moody le invitó a quedarse con nosotros en Corpus Christi, hasta que encontrara empleo.



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