La de Dios es Cristo by John Niven

Author:John Niven
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-11-29T23:00:00+00:00

* * *

—¿Y qué coño significa un mentor? —Jesús recuerda por fin preguntarle a Becky aquella noche mientras se sientan junto a la piscina sorbiendo un Daiquiri.

—¿Nunca te miraste las cintas? —pregunta Becky.

Jesús se encoge de hombros, indefenso.

—Lo intenté, sólo que es... tía, es un espanto aborrecible.

—Es uno de los jueces, ¿quién es el tuyo?

—Eh, el tipo blanco gordo. Tengo que encontrarme mañana con él.

—¿Herb Stutz? Uy. Darcy es más maja. En cualquier caso, te ayudará a escoger canciones y a trabajar los arreglos y demás.

—¿Y por qué iba a querer que un viejo tarado me escogiera las canciones?

—Así funciona el programa.

—Ya, pues el programa me puede besar el culo.

—Intenta comportarte, cariño —dice Becky poniéndose en pie. Tiene buen aspecto en bikini, las vacaciones le están reportando un atractivo bronceado.

—Es que... ¿por qué tiene que ser todo tan competitivo? —dice Jesús con desconsuelo. Becky le mira.

—Eres tan dulce —dice, besándole en la frente. Se mantiene allí en suspenso, cerca de su rostro, sus pestañas casi tocándose. Él puede sentir su aliento. Si sacara la lengua lamería sus labios. Jesús levanta la mano y le acaricia la mejilla.

—Mira, Becky, yo... no estoy como para una relación ahora mismo.

—¡Ja! —se ríe ella, irguiéndose, palmeándole suavemente —. ¿Qué te crees? Baja al suelo don Estrella de la tele.

Jesús la mira contonearse hacia la piscina, hasta que se oye un chapoteo cuando ella se zambulle limpiamente en la parte del fondo. Jesús sonríe y mira más allá de la piscina, hacia el cielo azul de LA, por encima del cercado jardín selvático del Chateau, donde una valla publicitaria colosal señorea sobre Sunset, bloqueando el sol. Anuncia un perfume llamado «Decadence»: una modelo reclinada en la cama, las manos detrás de la cabeza, las largas piernas embutidas en unas medias negras, con las costuras recorriendo sus muslos como rastros paralelos de pólvora y los ojos entrecerrados en silencioso arrobo ante algo fuera de campo.

«Sométete», reza el eslogan en la parte inferior.

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