Biplano(c.1)

Biplano(c.1)

Author:Richard Bach
Language: es
Format: mobi
Tags: adv_history
Published: 2010-03-24T00:00:00+00:00


CAPÍTULO OCHO

Todo comienza a confundirse, a mezclarse. Me sorprendo tratando de apresurarme. Los árboles vuelven a dominar el paraje y se apretujan a los bordes de la carretera. Hasta donde alcanzo con la vista, observo solamente copas de árboles que reverdecen en el atardecer. Son muchas las horas que llevo en esta carlinga y empiezo a sentir cansancio.

Instantáneamente, escucho una vocecilla asombrada. ¿Cansado? ¿Cansado de volar? Ajá, de manera que bastan unas horas de vuelo para que te sientas cansado, dispuesto a abandonar. Por fin vemos que hay una diferencia entre los pilotos de entonces y los de ahora. Ni siquiera estás a mitad de camino y ya comienzas a ceder bajo el esfuerzo de unas pocas horas de vuelo.

Está bien, basta ya de todo eso. No tienes muchas pruebas de que los pilotos antiguos no se cansaban y debes tener en cuenta que mis intenciones no eran las de abandonar la tarea, ni siquiera disminuir el ritmo. No son las palabras, sino los hechos, los que decidirán sobre mi capacidad de mantenerme a tono con ellos. La única forma de descubrir el vuelo es viviéndolo.

Así, sucede que son muchas las personas que viajan en avión, pero muy pocas las que saben lo que es volar. Un pasajero que espera en la terminal aérea, ve los aviones a través de un cristal de varios metros cuadrados, desde un cubículo con aire acondicionado y música suave. En el exterior, el ruido de un motor es sólo un murmullo suave, amortiguado, un simple telón de fondo para la música. En algunas terminales, la realidad es casi servida a los pasajeros en fuentes de plata, ya que sus ropas pueden ser batidas por las mismas ráfagas de aire de las hélices, las mismas y sagradas ráfagas que baten las casacas de los grandes hombres del aire. Y el avión está allí, inmenso sobre sus cabezas, ese avión que ha volado muchas horas y que seguirá volando muchas más antes de ser reemplazado por uno más moderno. Aún así, son tantas las veces que esta ráfaga de aire impulsada por las hélices, que choca contra nuestras vestimentas, constituye sólo una molestia; y los grandes aviones pasan casi desapercibidos para esos pasajeros, cuya única preocupación es encontrar rápidamente la escalerilla y escapar al viento. Y el avión, que tiene tanto que ofrecer a aquellos que se toman la molestia de observar, ¿pasa también desapercibido? La curvatura de su ala que ha cambiado la historia y la trayectoria de la humanidad, ¿pasa sin ser tomada en cuenta?

Vaya, quién lo diría. No pasa desapercibido. Allí, en medio del viento, con las manos en los bolsillos, un poco agachado ante el frío aún no vencido por el sol, el primer oficial, con sus tres bandas doradas en las mangas, sin prestar atención a los pasajeros, estudia atentamente su avión. Supervisa que no existan filtraciones en las mangueras del sistema hidráulico, que todo esté limpio y en orden en el interior de las inmensas cámaras del tren de aterrizaje de las alas.



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