Sir Edward Bulwer Lytton

Sir Edward Bulwer Lytton

Author:La Futura
Language: es
Format: mobi
Tags: det_hard
Published: 2010-12-25T23:00:00+00:00


CAPITULO XVIII

Al salir Taë y yo de la ciudad, dejamos el camino principal a la izquierda y nos internamos en los campos. La extraña y solemne belleza del paisaje, todo iluminado hasta el mismo borde del horizonte, me tenían tan fascinado que apenas atendía a la charla de mi acompañante.

En los campos a ambos lados del camino se trabajaba en diversas faenas todas ejecutadas por máquinas, las formas de las cuales eran nuevas para mí; la mayor parte muy airosas; pues, entre aquellas gentes el arte era cultivado por mera utilidad y se manifestaba en el adorno y refinamiento de las formas de los objetos.

Como los metales preciosos y las joyas eran muy abundantes, los derrochaban en cosas dedicadas a los fines más comunes; y el amor a la utilidad los llevaba a embellecer las herramientas y excitaba su imaginación a un grado desconocido para ellos mismos.

En todo servicio, sea bajo techo o al aire libre, emplean mucho a las figuras autómatas; las cuales son mecanismos tan ingeniosos y tan adaptables a las operaciones de Vril, que parecen realmente dotados de razón. Las figuras que vi guiar y dirigir los rápidos movimientos de las grandes máquinas, apenas se distinguían de los seres humanos capaces de pensar.

Poco a poco, a medida que caminábamos, fui prestando mayor atención a las agudas y vivaces observaciones de mi compañero. La inteligencia de los niños de esta raza es maravillosamente precoz; quizás debido a la costumbre de confiarles, desde tan tierna edad, las tareas y responsabilidades de la edad madura.

Realmente, al conversar con Taë, me parecía encontrarme con un hombre superior y observador de mi misma edad. Le pregunté si podía calcular el número de comunidades en que estaba subdividida la raza Vril-ya.

"No exactamente", me contestó, "porque se multiplican naturalmente cada año, a medida que el sobrante de cada una emigra. Pero he oído decir a mi padre que, según el último censo, hay como un millón y medio de comunidades, que hablan nuestro idioma y que han adoptado nuestras instituciones y formas de vida y de gobierno; pero creo que con algunas diferencias, sobre las cuales es mejor que le preguntes a Zee. Ella sabe más que muchos Ana. El An se interesa mucho menos que la Gy por las cosas que no le atañen directamente. Las Gy-ei son criaturas investigadores".

"¿Se limita cada comunidad al mismo número de familias, o número de habitantes, que vosotros tenéis?" pregunté.

"No; algunas tienen menos, otras muchos más; depende de la extensión de tierra que se apropian, o del grado de excelencia que ha alcanzado su maquinaria. Cada comunidad fija sus propios límites, según las circunstancias; procurando siempre que nunca haya pobres de especie alguna, para lo cual se tiene cuidado que la población no exceda de la capacidad productiva del dominio. Además ningún estado ha de ser tan grande, para un gobierno que se parece mucho al de una simple familia bien ordenada. Me imagino que ninguna comunidad Vril excede de treinta mil hogares. Pero, en general, cuanto



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