Esperando A Robert Capa by Susana Fortes

Esperando A Robert Capa by Susana Fortes

Author:Susana Fortes
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-02-03T00:00:00+00:00


XIII

La carretera estrecha. El sol manchando de luz el capó del coche. Un cigarrillo encendido, el codo apoyado en la ventanilla abierta. Capa conducía con precaución a causa de las curvas y de los sucesivos controles. Gerda tenía la cabeza apoyada en el respaldo, mientras el viento seco de los olivares le removía el pelo. Iba silbando el estribillo de una canción que se oía aquellos días por todas partes. Yo me subí a un pino verde / por ver si... lo divisaba / por ver si... lo divisaba. / Y sólo vi un tren blindado / lo bien que... tiroteaba / lo bien que... tiroteaba. / Anda jaleo, jaleo / silba la locomotora / Y Franco... se va a paseo / y Franco... se va a paseo. Viajaban en un coche oficial de prensa por la misma carretera que usaban las columnas motorizadas que se dirigían al frente. La rodilla de ella junto a la caja de cambios, apartándose y alzándose en los baches. Le gustaba esa proximidad de los dos en el interior del coche, recorriendo una tierra que apenas conocían, que todavía no amaban. Durante todo el camino se fueron cruzando con camiones en los que ondeaba la bandera roja y negra de la CNT. De vez en cuando retumbaba, como un trueno muy lejano, el estruendo de un proyectil.

En Huesca el frente se había estabilizado. Todo transcurría con tal lentitud que los milicianos, después de emplazar las ametralladoras en sus puestos, aún tenían tiempo para ayudar a los campesinos a cosechar y trillar el trigo en las explotaciones colectivizadas de los alrededores. Gerda caminaba silenciosa entre los campos amarillos con montones de paja a los lados de los senderos, retratando muchas de esas faenas agrícolas como parte del esfuerzo general en defensa de la República, pero a Capa tanta tranquilidad lo sacaba de quicio. Lo único que quería era fotografiar una victoria republicana de una vez.

Recorrieron varios kilómetros hacia el suroeste, donde les habían dicho que operaba el batallón Thälmann, formado sobre todo por voluntarios comunistas y judíos polacos y alemanes. Eran el germen de las Brigadas Internacionales. La mayoría habían ido para participar en la Olimpiada Obrera que iba a celebrarse en Barcelona como contrapartida a los juegos Olímpicos de Berlín, y que tuvo que ser suspendida por la guerra. Gerda y Capa pensaron que era la ocasión para que alguien que hablara su idioma les pusiera al tanto de cómo estaban yendo las cosas. El español que habían aprendido se reducía a unas cuantas palabras sueltas. Seguían las conversaciones sin entender un carajo, pero les hacía gracia la gesticulación y los exabruptos verbales. Salud. Camarada. Por los cojones. En eso consistía su vocabulario básico para andar por esta tierra irredenta.

Al llegar a Leciñena, a unos veinte kilómetros de Zaragoza, se encontraron a un grupo de combatientes con casco y alpargatas leyendo el Arbeiter-Illustrierte Zeitung. El pueblo era el centro de operaciones de la columna del POUM con la que George Orwell pasaría el invierno siguiente antes de que lo hirieran.



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