Esperadme En El Cielo(c.2) by Maruja Torres

Esperadme En El Cielo(c.2) by Maruja Torres

Author:Maruja Torres
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
Published: 2010-03-05T00:00:00+00:00


11

¿Una decisión?

—Paula no es ninguna tarada —aseguré—. Ya sabe lo que significa mina.

—Los enamorados, o los encoñados —replicó Terenci—, porque en los primeros días no hay quien distinga entre ambas pulsiones, siempre quieren saber más.

Manolo se empujó las gafas invisibles.

—Examinará tus diccionarios. No se conformará con la escueta descripción de la Real Academia, que se limita a indicar que, en Argentina, es una forma vulgar de llamar a una mujer. Correrá a abrir el María Moliner, que afina un poco más y precisa que suele usarse de manera informal y, a veces, despreciativa, en Argentina y también en Uruguay...

—No te enrolles, los va a mirar uno tras otro, la tía... —Terenci se enojaba por momentos—. También Internet, pero no como única opción. Si es una gran lectora, entregada a la elevada causa de la imprenta, Google será lo último que consultará. La veo, la veo. Se acercará a doña María, meterá el dedito en la puta M. M de mierda, M de muerte...

Y se dará de morros con el testamento que, en mala hora, nuestra amiga firmó ¡para ser fiel a sus principios!

—¡Coño, y porque no rae apetece que me vistan y me peinen desconocidos, como a la pobre Eva Perón, que al menos estaba muerta por completo cuando se la trajinaban detrás de la pantalla de aquel cine! Algún pariente sería capaz de maquillarme y llevarme a un programa de tele realidad. ¡Boquitas pintadas, pero en coma, faltaría más!

Manolo, que iba delante de nosotros, se paró en seco, con lo que le atravesamos y tuvimos que darnos la vuelta para enterarnos del motivo de su repentino atoramiento.

Sonreía.

—Has encendido una pequeña bombillita en mi cerebro.

No se lo tomen como una metáfora. Se hizo la luz en su cabeza y, estremecida, contemplé su interior. No hay cerebro que se parezca al suyo. Aterciopelado, fluorescente, repleto de casillas y cajon-citos y compartimentos, pasadizos y esquinas, aldeas enteras de pensamientos y ríos turbulentos de poesía, y de hombres y mujeres y paisajes. Recé para que nadie iluminara nunca el mío, no fuera a hacer el ridículo.

—Mirad lo que pienso —solicitó.

Terenci sonrió, divertido, pero yo, a pesar de que contemplé con atención aquella desmesura de reflexiones y proyectos, no distinguí atisbos reconocibles.

—Va a ser un placer jugar con él a El beso de la mujer araña. -Terenci se dirigía a Manolo—. Tú harás de mariquita, que a mí me apetece más ser un rudo marxista. Y a la celda le encasquetaremos unos oropeles.

—¡Manuel Puig! —grité, por fin.

—¡Claro, burra! —Terenci se echó a reír—. El querido, admirado y guapísimo Manolito Puig.

—Ante todo y para que no trabajemos inútilmente, amiga nuestra —Manolo me contempló con seriedad—, prométenos que, si aceptas regresar a la vida, no pondrás ningún impedimento, bien al contrario, que te esforzarás en la tarea, sin amargura y sin mirar atrás. Promételo. No vaya a resultar que después te arrepientas, te dé por suicidarte, metas la pata y no coincidamos jamás por estos pasadizos.

—Yo... Oh... ¡Una decisión-decisión! —nuevamente al borde del sollozo.

—Nada de tonterías sacadas de los cuentos, ahora.



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.