El Asombroso Viaje de Pomponio Flato

El Asombroso Viaje de Pomponio Flato

Author:Eduardo Mendoza
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-12-17T06:08:19.028463+00:00


CAPÍTULO XII

Quadrato estaba donde yo lo había dejado, en animada conversación con una sirvienta a la que relataba anécdotas de su vida militar mientras ella, con un paño, sacaba brillo al águila y las fasces de la enseña. Tan absortos estaban que ni siquiera interrumpieron sus actividades cuando me vieron aparecer. En cambio, no vi por ninguna parte a Jesús. Pregunté por él y Quadrato respondió secamente que cuidar niños no formaba parte de sus aguerridas atribuciones.

—Tal vez —le dije—, pero si le ha pasado algo, responderás con tu cabeza de melón.

Salí al jardín pensando que probablemente Jesús habría preferido corretear al aire libre y ahorrarse las baladronadas del legionario, pero por más que busqué, no pude dar con él ni con nadie que me diera razón de su paradero. Un poco inquieto volví a entrar en la casa. El portaestandarte seguía envolviendo en su retórica a la sirvienta. Salí al atrio y allí me topé de improviso con el apuesto Filipo, el cual me dedicó la más dulce de sus sonrisas y dijo:

—Mi querido y fisiológico amigo, nadie me había avisado de tu presencia o habría venido de inmediato a saludarte y a ponerme a tu disposición. Pero tal vez aún pueda serte útil, pues adivino que andas buscando algo.

—Mucho me gustaría en verdad, Filipo, saber qué estoy buscando. De momento, al niño en cuya compañía me has visto varias veces. Hace un rato lo dejé en el vestíbulo y ya no está allí ni en ninguna parte.

—No temas, no le habrá pasado nada malo. Luego nos ocuparemos de su paradero. Antes, permíteme ofrecerte un refrigerio en mi propio aposento como muestra de amistad, como hizo Alcínoo, varón de inspirados consejos, con el ínclito Ulises cuando éste, arrojado a la playa, desnudo y exánime, fue hallado por Nausícaa, etcétera, etcétera.

Y sin darme tiempo a interrumpir la disertación, me tomó del brazo y suavemente me condujo a una de las habitaciones cuyas puertas se abrían al peristilo. Dentro imperaban la frescura y la limpieza, como si el polvo y el calor se hubieran detenido en el umbral, y una fragancia rara y exquisita turbaba los sentidos. En un rincón había un diminuto altar con una estatua de Minerva delicadamente labrada en mármol policromado. Los demás objetos eran suntuosos y de gran belleza. Filipo, advirtiendo mi asombro, sonrió y dijo:

—No te extrañe, Pomponio, tanto boato en la morada de quien sólo es un siervo. Soy amante de la estética y, como nadie depende de mí ni tengo vicios, me sobra el dinero. He amasado una pequeña fortuna y no la oculto, a diferencia de los judíos, entre los cuales la ostentación se considera un defecto. Siéntate, disfruta de estas raras comodidades y bebe de este néctar que refrescará tu cuerpo y endulzará tu espíritu.

Diciendo esto me ofreció una copa de cristal de roca llena de un líquido incoloro aderezado con una rodaja de limón que resultó ligero al paladar y de efecto tónico y embriagador. Cuando hube bebido unos sorbos y expresado mi gratitud, Filipo adoptó un aire grave y circunspecto.



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.