Ruido De Pasos by Larry Niven Jerry Pournelle

Author:Larry Niven Jerry Pournelle
Language: es
Format: mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 9788498002881
Publisher: La factoría de ideas
Published: 1984-12-31T23:00:00+00:00

Durante los cincuenta años que siguieron a su primera construcción, el complejo subterráneo que se encontraba al este de Moscú había sido decorado, se le habían puesto aire acondicionado y alfombras, y se había ampliado. Había piscinas, barberías y restaurantes de lujo; las paredes reforzadas de cemento estaban cubiertas de tapices y cuadros, y se había hecho todo lo posible para ocultar el hecho de que, en realidad, se trataba de un refugio antibombas.

El primer secretario del Partido Narovchatov caminaba por un suelo de parquet hacia la oficina del canciller, y recordó un momento, hacía ya mucho tiempo, en el qué Stalin había pasado revista a una división de la Guardia durante la Gran Guerra Patriótica contra Hitler. Los alemanes se encontraban tan cerca que la Guardia había cruzado la Plaza Roja y se había dirigido directamente al frente para participar en un ataque.

De la revista a enfrentarse con el enemigo, pensó. Eso no va a pasar ahora. El enemigo no está tan cerca, pero es muy numeroso.

Tártaros, húngaros, polacos, lituanos, checos se encontraban en abierta rebelión, y muchos otros, incluso los ucranianos, estaban inquietos.

Narovchatov pasó sin detenerse ante la secretaria del canciller.

—Deténgase, camarada Narovchatov.

Narovchatov levantó la vista, sorprendido. Se encontraban allí un coronel de la división de la Guardia y tres soldados armados.

—Lamento tener que registrarlo, camarada Narovchatov...

Se oyó una risotada procedente del interior del despacho. El canciller Petrovskiy apareció en la puerta. Volvió a reírse.

—Me parece bien que esté usted tan alerta, camarada coronel —dijo Petrovskiy—. Pero creo que no debería ser tan diligente en lo que respecta al primer secretario, que es, al fin y al cabo, mi más antiguo amigo. Entra, Nikolai Nikolayevich. Gracias, camarada coronel. Regrese a sus obligaciones.

Nikolai Narovchatov cerró la enorme puerta a sus espaldas y se apoyó contra ella. No había tenido tiempo para reaccionar. Ahora reflexionó sobre la situación que había vivido fuera y frunció el ceño.

- Da -le confirmó el canciller Petrovskiy—. No puede ser tan serio. Ven y siéntate, tengo mucho que contarte. ¿Tomarás un vodka? ¿O un güisqui?

—Tomaré coñac, igual que usted. —Narovchatov cogió la bebida y se sentó frente al inmenso escritorio.

—Por la humanidad —dijo Petrovskiy—. No es un mal brindis. —Bebieron—. No es nada malo —repitió el canciller—. He recibido hoy una llamada. Del presidente americano.

—¡Ah!

—Una llamada muy extraña —continuó Petrovskiy—. Los americanos quieren nuestra ayuda.

—Y nosotros necesitamos la suya —añadió Narovchatov.

—Exacto.

—¿Se lo ha dicho a ellos?

—En parte. Les he dicho que mientras no accedan a frenar a los alemanes no tendremos el menor interés en hablar con ellos. —Petrovskiy hizo una pausa melodramática—. Accedieron de forma inmediata. Oí cómo el presidente daba las órdenes.

—Pero...

—Claro que no puedo estar seguro —continuó Petrovskiy—. Pero creo que eran sinceros. Nikolai Nikolayevich, están realmente desesperados. La invasión alienígena está teniendo éxito.

Narovchatov sacudió la cabeza con incredulidad, tal y como había hecho la primera vez que había oído que un ejército alienígena (¡de pequeños elefantes!) había aterrizado en el corazón de América.

—¿Está teniendo éxito?

- Da. El enemigo retiene su granero, la fuente de su cereal; y los americanos no han sido capaces de expulsarlos de allí.

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