Q(v.2) by Luther Blissett

Q(v.2) by Luther Blissett

Author:Luther Blissett
Language: es
Format: mobi
Tags: Novela Histórica
ISBN: 9780156031967
Published: 2011-08-24T22:00:00+00:00


La ciudad parece desierta. Silencio, nadie por las calles. Nos miramos preocupados, como quien se huele en el aire una desgracia consumada; pero no hablamos, dejamos los caballos y nos encaminamos juntos, como atraídos por un imán hacia el teatro central, la gran plaza de la catedral. A cada paso crece el desasosiego de una amenaza desconocida, y sin embargo clara, presente, que se cierne sobre la ciudad para tragarla toda. ¿Adónde han ido a parar los habitantes? No hay ya nadie, ni un perro pulgoso.Apresuramos el paso a la vez.

La nube blancuzca corona la fila de construcciones que delimita la estrecha calle que lleva a la plaza.

Está llena.

Ruido de gente que se coloca, con deferencia y arrobo, en torno al centro, donde se alza la pira que deja escapar lenguas de fuego. Obsceno altar levantado al olvido, la palabra de Dios aplasta la de los hombres, vomita su triunfo sobre nuestras espaldas, sepulta nuestra mirada bajo un manto impenetrable; su aliento se deja sentir sobre nuestras cabezas; su ojo nos descubre implacable, nos da caza hasta donde no será posible ocultarnos, en lo más recóndito de nuestros pensamientos, en el deseo de poder ser, un día, más sabios. Matando toda curiosidad, y todo talento.

Lentamente asciende el humo de la hoguera de los libros. A brazadas recogen los volúmenes que son descargados sobre el empedrado desde los carros, y los arrojan a la hoguera, una columna de fuego tan alta que llega a lamer el cielo, para llamar a los ángeles con el humo de Pedro Lombardo, Agustín,Tácito, César, Aristóteles...

El Profeta, erguido en el tablado, aprieta una Biblia en la mano. Estoy seguro de que me ve. Simples sílabas que no superan el vocerío exaltado de la gente, ni tampoco el crepitar del fuego, sino que son pronunciadas para mí, por aquellos finos labios.

—Vanas palabras de hombres, no veréis el día del trueno. La Palabra, y solo ella, cantará el juicio del Padre.

La pila crece y se consume, se alza y se convierte en ceniza; descubro un ejemplar de Erasmo, demostrando que ese Dios no tiene necesidad ya de nuestra lengua, y no nos dejará en paz. El viejo mundo se consume cual pergamino en el fuego...

A mi lado, el rostro lívido de Gresbeck, feroz y decidido:

—Estoy contigo.



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