El Primero En Morir by James Patterson

Author:James Patterson
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-07-27T23:00:00+00:00

62

El vuelo que iba a llevarnos a San Francisco salía a las cuatro de la tarde. Me daba una rabia espantosa irme sin un nombre. Sobre todo cuando sentía que estaba tan cerca de conseguirlo.

«Un personaje famoso. Pervertido».

¿Por qué le protegían?

De todos modos, habíamos avanzado mucho en dos días. Para mí era evidente que los tres asesinatos los había cometido la misma persona. Teníamos una buena pista que lo vinculaba a San Francisco, una posible identidad y una descripción confirmada. El rastro estaba caliente y se calentaría aún más cuando llegáramos a casa.

Cada policía local llevaría su investigación. Cleveland se pondría en contacto con la policía de Seattle para que registraran el piso de la novia. Quizá algo de sus efectos personales, una agenda de direcciones, una dirección de correo en su ordenador, nos diría quién era el amante de San Francisco. Mientras esperábamos a subir al avión en Cleveland, llamé a mi contestador automático. Un mensaje de Cindy, y uno de Claire preguntando por mi viaje y por nuestro caso. Y varios periodistas pidiendo declaraciones sobre el crimen de Cleveland.

A continuación oí la voz grave de Merrill Shortley. Me dejaba su número de teléfono en California. Marqué el número lo más rápido que pude. Contestó una criada y oí en el fondo los lloros de un niño.

Cuando se puso Merrill, me di cuenta de que parte de su barniz de frialdad se había agrietado.

—Estuve pensando —empezó— que ayer me olvidé de decirle algo.

—¿Ah, sí? Me alegro de oír eso.

—¿Se acuerda del hombre de qué le hablé? ¿Aquel que salía con Kathy en San Francisco? Le decía la verdad. Nunca me dijo su nombre.

—De acuerdo, la escucho.

—Pero hubo cosas... ya le dije que no la trataba bien. Le gustaban los juegos sexuales fuertes. Con accesorios y escenarios. Incluso creo que con filmaciones. El problema era que a Kathy le gustaban los juegos.

Merrill calló un momento antes de continuar.

—Bueno... creo que él la convenció, la obligó a ir más lejos de lo que ella podía soportar. Recuerdo que Kathy tenía señales en la cara y moratones en las piernas. Pero es que le había sorbido la voluntad. Ninguna de las dos ligábamos precisamente con Tom Cruise en aquella época, pero hubo una temporada en que Kathy estaba realmente asustada. La tenía bajo su control.

Empezaba a ver adónde quería ir a parar.

—¿Por eso se mudó, verdad? —dije.

Oí suspirar a Merrill Shortley.

—Sí, por eso.

—Entonces, ¿por qué siguió viéndole cuando vivía en Seattle? Usted dijo que siguió viéndole hasta el final.

—No he dicho nunca —contestó Merrill Shortley— que Kathy supiera lo que le convenía.

La vida de Kathy Kogut empezaba a adquirir la forma de una tragedia inevitable. Estaba segura de que había ido a San Francisco, intentando deshacerse de la garra de aquel hombre. Pero no podía liberarse de él.

¿Esto era válido también para las demás novias?

—Necesito un nombre, señora Shortley. No sabemos quién es pero podría ser el asesino de su amiga. Hay cuatro personas más. Cuanto más tiempo esté libre, más posibilidades hay de que vuelva a matar.

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