El pasaje by Justin Cronin

El pasaje by Justin Cronin

Author:Justin Cronin
Language: eng
Format: mobi
Published: 2011-06-07T04:00:00+00:00


Sara, en el hospital, estaba esperando a que Gabe Curtis muriera.

Acababa de regresar de montar a caballo, cuando Mar apareció en su puerta. Estaba ocurriendo, le dijo Mar. Gabe estaba gimiendo, revolviéndose, pugnando por respirar. Sandy no sabía qué hacer. ¿Podía ir Sara? ¿Por Gabe?

Cogió su maletín y siguió a Mar hasta el hospital. Cuando cruzó la cortina que daba acceso al pabellón, lo primero que vio fue a Jacob, inclinado sobre el catre en el que yacía su padre, apretando una taza de té contra sus labios. Gabe se estaba asfixiando, tosía sangre. Sara se acercó enseguida a su lado y tomó el té de las manos de Jacob. Puso a Gabe de costado. El pobre hombre no pesaba casi nada, estaba en los huesos. Con la mano libre cogió del carrito una jofaina de metal, que colocó bajo su barbilla. Dos secos jadeos más. Sara vio que la sangre era de un rojo intenso, sembrada de pequeños coágulos negros de tejido muerto.

Otra Sandy salió del hueco en penumbra que había detrás de la puerta.

—Lo siento, Sara —dijo, y sus manos temblaron nerviosas—. Se puso a toser así y pensé que quizá el té...

—¿Has dejado que Jacob lo hiciera sin ayuda? ¿Qué te pasa?

—¿Qué le pasa? —gimoteó el muchacho. Estaba parado al lado del catre, la impotencia reflejada en su rostro.

—Tu padre está muy enfermo, Jacob —dijo Sara—. Nadie se ha enfadado contigo. Hiciste lo que debías: ayudarlo.

Jacob había empezado a rascarse, hundiendo las uñas de la mano derecha en la piel arañada de su antebrazo.

—Voy a hacer lo que pueda por cuidarlo, Jacob. Te doy mi palabra.

Sara sabía que Gabe tenía una hemorragia interna. El tumor le había roto algo. Pasó la mano sobre su estómago y palpó la tibia distensión de la sangre acumulada. Sacó un estetoscopio del maletín, lo aplicó a sus oídos, apartó el jersey de Gabe y auscultó sus pulmones. Una vibración húmeda, como si fuera agua agitada en un cubo. Estaba cerca, pero podía tardar horas. Miró a Mar, quien asintió. Sara comprendió lo que Mar había querido decir cuando afirmó que Sara era la favorita de Gabe, lo que le estaba pidiendo ahora.

—Sandy, llévate a Jacob fuera.

—¿Qué quieres que haga con él?

Pero bueno, ¿qué le pasaba a esa mujer?

—Lo que sea. —Sara respiró hondo para calmar sus nervios. No era momento de dejarse llevar por la cólera—. Jacob, necesito que te vayas con Sandy. ¿Lo harás por mí?

Sara no vio en sus ojos auténtica comprensión, sólo miedo, además de un hábito muy arraigado de obedecer las decisiones que los demás tomaban por él. Sara sabía que, si se lo pedía, se iría. Asintió con desgana.

—Sí, supongo.

Sandy se fue con el muchacho del pabellón. Sara oyó que la puerta se abría y cerraba. Mar, sentada al otro lado del catre, sostenía la mano de su marido.

—Sara, ¿tienes... algo?

Era algo de lo que nunca se hablaba, y menos en público. Las hierbas se guardaban en el sótano, dentro de un viejo congelador, apiladas en tarros sobre estanterías metálicas.



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