Patria(c.2) by Robert Harris

Patria(c.2) by Robert Harris

Author:Robert Harris
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-01-07T00:00:00+00:00


El pequeño bar de Ob-wall Strasse estaba dirigido por un agente jubilado de la Orpo llamado Fischer. El lugar olía a humo y sudor, a cerveza rancia y cebollas fritas. La mayoría de sus clientes eran policías. Uniformes verdes y negros se congregaban en el bar, o en la oscuridad de los reservados forrados de madera.

El Zorro y el Oso fueron saludados cordialmente.

—¿Te tomas unas vacaciones, March?

—¡Eh, Jaeger! ¡Pégate un poco más a la cuchilla la próxima vez!

Jaeger insistió en ir a por las bebidas. March ocupó un reservado en el rincón, colocó la maleta bajo la mesa y encendió un cigarrillo. Allí había hombres que conocía desde hacía diez años. Los conductores de Rahnsdorf, con sus partidas de póquer y sus historias obscenas. Los bebedores de Crímenes Graves de Worth Strasse. Eran inconfundibles. Walther Fiebes estaba sentado solo, meditando junto a una botella de schnapps.

Jaeger regresó y alzó su vaso.

—¡Prost!

—¡Prost!

Max se limpió la espuma de los labios.

—Buenas salchichas, buenos motores, buena cerveza... Las tres cosas que Alemania ha aportado al mundo. —Siempre decía lo mismo cuando bebían, y a March siempre le faltaba valor para señalarlo—. Bien. ¿Qué hay de ese avión?

Para Jaeger, la palabra parecía conjurar imágenes de todo lo que era exótico en el mundo. Lo más lejos que había viajado de Berlín fue a un campamento familiar en el mar Negro, unas vacaciones cerca de Gotemburgo, organizadas por Fuerza-a-través-de-la-Alegría.

March volvió ligeramente la cabeza, miró de un lado a otro. La mirada alemana. Los reservados contiguos estaban vacíos. Desde el bar llegaban risas.

—Tengo que ir a Suiza. Nebe me ha dado un visado de veinticuatro horas. Esa llave que has visto en la oficina... la cogí anoche de la caja fuerte de Stuckart. Abre un depósito de seguridad en Zurich.

Jaeger abrió los ojos.

—Ahí debe ser donde guardan el dinero de las obras de arte. Recuerda lo que dijo Globus esta mañana: las sacaron del país y las vendieron en Suiza.

—Hay algo más que eso. He estado hablando con la chica americana. Parece que Stuckart la llamó a su casa el sábado por la noche. Quería desertar.

Desertar. La acción inmencionable. La palabra colgó en el aire entre ellos.

—Pero la Gestapo debe saber eso ya, Zaví. Seguro que su teléfono está intervenido.

March sacudió la cabeza.

—Stuckart fue más listo. Usó la cabina telefónica situada frente a su apartamento. —Sorbió su cerveza—. ¿Ves cómo son las cosas, Max? Me siento como un hombre que baja las escaleras en la oscuridad. Primero, el cadáver del lago resulta ser un alter Kämpfer. Luego, su muerte está relacionada con la de Stuckart. Anoche, a mi único testigo de la implicación de Globus (el cadete, Jost) se lo llevaron los SS, siguiendo órdenes de Globus. Ahora resulta que Stuckart quería desertar. ¿Qué viene a continuación?

—Te caerás por esas escaleras y te romperás el cuello, amigo mío. Eso es lo que viene a continuación.

—Buena predicción. Y no sabes lo peor.

March le contó lo del dossier de la Gestapo. Jaeger pareció horrorizado.

—Santo Dios. ¿Qué vas a hacer?

—Pensé en no regresar al Reich.



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