Luna De Miel by James Patterson

Luna De Miel by James Patterson

Author:James Patterson
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-02-08T23:00:00+00:00


59

La mujer alta y rubia giró rápidamente la cabeza cuando Nora pasó por delante. Estaban tan cerca que hasta podía notar el calor de su cuerpo. Fue un instante de peligro. No, más bien fue un error por su parte.

La rubia había estado en el bar del Vong, bebiendo Martini y vigilando a Nora todo el tiempo. Estaba segura de haber sido testigo de una cita, y seguramente la primera, por lo que le sugería el lenguaje corporal de la pareja. Aunque no podía oír la conversación, era evidente que la cosa marchaba. Motivo por el cual, la repentina partida de Nora resultaba desconcertante.

Pasaban los minutos. La rubia pinchó la aceituna de su Martini con un palillo, mientras barajaba las distintas posibilidades. Nora se había ido un momento para hacer una llamada, por ejemplo, aunque era más probable que hubiera salido a fumar un cigarrillo rápido. Pero aún estaba por llegar el momento en que viera a Nora con tabaco en la mano.

La mujer miró hacia atrás, a la mesa donde el acompañante de Nora continuaba sentado. Ciertamente era un hombre atractivo, pensó. «Se parece un poco a...»

—Disculpe —dijo una voz a su espalda.

Se volvió y vio a un hombre de mediana edad con el pelo entrecano. Llevaba un jersey de cuello de cisne, una chaqueta deportiva y demasiado aftershave. Levantó la mirada hacia él y esperó sin decir nada. El puso la mano en el taburete vacío que había junto a ella.

—¿Está ocupado este asiento?

—No lo creo.

Al instante, el hombre le dedicó una sonrisa de oreja a oreja y se sentó.

—¿Quién iba a decir que habría un sitio libre junto a una mujer tan hermosa? —dijo mientras apoyaba el antebrazo en la barra. Se inclinó hacia ella—. ¿Puedo invitarla a otra copa?

—Todavía no he terminado ésta.

—Está bien, esperaré —dijo, asintiendo con seguridad—. Toda la noche, si es necesario.

La rubia le lanzó una sonrisa insinuante y luego levantó su Martini. A continuación, se lo echó por la cabeza.

—Ya está, listos —dijo.

Se levantó y echó a andar, pero no hacia la puerta. Convencida de que Nora no iba a volver, se dirigió a la mesa donde su acompañante seguía sentado, solo.

—Disculpe, ¿está esperando a Nora Sinclair?

Él la miró desconcertado.

—Eh... sí, la verdad es que sí.

—Me temo que no regresará.

—¿Qué quiere decir?

—Acabo de verla salir del restaurante.

Más desconcertado todavía, se volvió hacia la salida con mirada escrutadora. Hizo ademán de levantarse.

—No se moleste —dijo ella—. Hace cinco minutos que se ha ido.

El hombre volvió a sentarse.

—No lo entiendo. ¿Es usted amiga suya o algo por el estilo?

—No, yo no diría tanto. —Se deslizó en la silla en la que había estado sentada Nora—. Aun así, ¿le importa si le hago un par de preguntas?



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