Viajera by Diana Gabaldon

Viajera by Diana Gabaldon

Author:Diana Gabaldon
Language: eng
Format: mobi
Published: 0101-01-01T00:00:00+00:00


33

Tesoro enterrado

—Pareces un mandril —comenté.

—¿Sí? ¿Y eso qué es?

Pese al helado aire otoñal que entraba por la ventana semia-bierta, Jamie tiró la camisa sobre el montón de ropa sin ninguna muestra de incomodidad. Luego se desperezó con fruición, completamente desnudo.

—¡Oh, Dios, qué gusto no estar encima del caballo!

—Hum... Por no hablar de dormir en una cama de verdad, en vez de hacerlo entre brezos mojados. —Rodé sobre mí misma disfrutando de las gruesas mantas.

—¿Quieres decirme que es un mandril? —preguntó Jamie—. ¿O lo decías sólo por gusto?

—Un mandril —expliqué disfrutando del espectáculo que me brindaba su espalda musculosa mientras se lavaba— es un mono muy grande con el trasero rojo.

Resopló de risa.

—Bueno, tu poder de observación es impecable, Sassenach. —Y se pasó cuidadosamente las manos por el trasero todavía encendido—. Hacía treinta años que nadie me azotaba. Ya no recordaba lo mucho que escuece.

—¡Pensar que el joven Ian te atribuía un trasero tan duro como el cuero de montura! —exclamé divertida—. ¿Crees que valió la pena?

—Oh, sí —respondió con despreocupación deslizándose a mi lado. Su cuerpo estaba frío y duro como el mármol. Lancé un chillido pero me dejé atraer contra su pecho sin protestar—. Caramba, qué tibia estás. Acércate más, ¿quieres? —Colocó las piernas entre las mías—. Oh, sí que valió la pena. Puedes desmayar a golpes a ese chico, como ha hecho su padre más de una vez, y no conseguirás sino fortalecer su decisión de huir a la primera | oportunidad. Pero por no repetir algo como esto será capaz de caminar por las brasas.

Hablaba con seguridad y me pareció que tenía mucha razón. El joven Ian había recibido la absolución de sus padres bajo la forma de un beso materno y un veloz abrazo del padre. Luego se retiró a la cama con un puñado de tortas, sin duda para reflexionar sobre las curiosas consecuencias de desobedecer.

Jamie también había sido absuelto con besos. Sospeché que eso le importaba más que los efectos de su actuación sobre el so brino.

—Al menos, Jenny e Ian ya no están enfadados contigo —observé.

—No. En realidad, no creo que lo estuvieran mucho. Es que no sabían qué hacer con el chico —explicó.

—Los Fraser son testarudos, ¿no? —comenté sonriendo.

Rió entre dientes.

—Así es. El joven Ian puede parecerse a los Murray pero es un Fraser hecho y derecho. Y con los testarudos no sirven los gritos ni las palizas; eso aún los vuelve más obstinados.

—Lo tendré en cuenta —dije—. Oye, Dorcas me dijo que mu

chos caballeros pagan muy bien por el privilegio de recibir unos azotes en el burdel. Dice que eso los... estimula.

Jamie soltó un resoplido.

—¿De veras? Supongo que es verdad, si Dorcas lo dice. Pero yo no lo entiendo. Si quieres mi opinión, hay maneras mucho más agradables de conseguir una erección. Por otra parte —añadió para ser justo—, quizá no sea lo mismo recibir los azotes de una chica guapa que de tu padre... o de tu sobrino.

—Quizá. ¿Quieres que probemos un día de estos?

—No. —Me sonrió con los ojos más sesgados que de costumbre, entrecerrados como los de un gato somnoliento.



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