Hija de la fortuna by Isabel Allende

Hija de la fortuna by Isabel Allende

Author:Isabel Allende
Format: epub
Publisher: www.papyrefb2.net
Published: 2014-02-01T05:00:00+00:00


El secreto

La tarde en que Eliza salió de Valparaíso escondida en la panza del "Emilia", los tres hermanos Sommers cenaron en el Hotel Inglés invitados por Paulina, la esposa de Feliciano Rodríguez de Santa Cruz, y regresaron tarde a su casa en Cerro Alegre. No supieron de la desaparición de la muchacha hasta una semana más tarde, porque la imaginaban en la hacienda de Agustín del Valle, acompañada por Mama Fresia.

Al día siguiente John Sommers firmó su contrato como capitán del "Fortuna", el flamante vapor de Paulina. Un sencillo documento con los términos del acuerdo cerró el trato. Les bastó verse una vez para sentir confianza y no disponían de tiempo para perder en minucias legales, el frenesí por llegar a California era el único interés. Chile entero andaba enredado en lo mismo, a pesar de los llamados a la prudencia publicados en los periódicos y repetidos en apocalípticas homilías en los púlpitos de las iglesias. Al capitán le tomó tan sólo unas horas tripular su vapor, porque las largas filas de postulantes afiebrados con la peste del oro daban vueltas por los muelles. Había muchos que pasaban la noche durmiendo por el suelo para no perder su puesto. Ante el estupor de otros hombres de mar, que no podía imaginar sus razones, John Sommers se negó a llevar pasajeros, de modo que su barco iba prácticamente vacío. No dio explicaciones. Tenía un plan de filibustero para evitar que sus marineros desertaran al llegar a San Francisco, pero lo mantuvo callado, porque de haberlo divulgado no habría conseguido uno solo. Tampoco notificó a la tripulación que antes de dirigirse al norte darían un insólito rodeo por el sur.

Esperaba encontrarse en alta mar para hacerlo.

- Así es que usted se siente capaz de manejar mi vapor y controlar a la tripulación, ¿no es así, capitán? -le preguntó una vez más Paulina al pasarle el contrato para la firma.

- Sí señora, no tema por eso. Puedo zarpar en tres días.

- Muy bien. ¿Sabe qué hace falta en California, capitán? Productos frescos: fruta, verduras, huevos, buenos quesos, embutidos. Eso es lo que vamos a vender nosotros allá. -¿Cómo? Llegaría todo podrido…

- Vamos a llevarlo en hielo -dijo ella imperturbable. -¿En qué?

- Hielo. Usted irá primero al sur a buscar hielo. ¿Sabe dónde queda la laguna de San Rafael?

- Cerca de Puerto Aisén.

- Me alegra que conozca por esos lados. Me han dicho que allí hay un glaciar azul de lo más bonito. Quiero que me llene el "Fortuna" con pedazos de hielo. ¿Qué le parece?

- Disculpe, señora, me parece una locura.

- Exactamente. Por eso no se le ha ocurrido a nadie. Lleve toneles de sal gruesa, una buena provisión de sacos y me envuelve trozos bien grandes. ¡Ah!

Me imagino que necesitará abrigar a sus hombres para que no se congelen. Y de paso, capitán, hágame el favor de no comentar esto con nadie, para que no nos roben la idea.

John Sommers se despidió de ella desconcertado. Primero creyó que la mujer estaba desquiciada, pero mientras más lo pensaba, más gusto le tomaba a esa aventura.



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