El Nombre De La Rosa(v.1) by Umberto Eco

El Nombre De La Rosa(v.1) by Umberto Eco

Author:Umberto Eco
Language: es
Format: mobi
Tags: literature
Published: 2011-06-10T22:00:00+00:00


CUARTO DÍA

Laudes

Donde Guillermo y Severino examinan el cadáver de Berengario y descubren que tiene negra la lengua, cosa rara en un ahogado. Después hablan de venenos muy dañinos y de un robo ocurrido hace años.

No me detendré a describir cómo informamos al Abad, cómo toda la abadía se despertó antes de la hora canónica, los gritos de horror, el espanto y el dolor pintados en todos los rostros, cómo se propagó la noticia entre todos los habitantes de la meseta, mientras los servidores se persignaban y pronunciaban conjuros. No sé si aquella mañana el primer oficio se celebró de acuerdo con las reglas, ni quiénes participaron en él. Yo seguí a Guillermo y a Severino, que hicieron envolver el cuerpo de Berengario y ordenaron que lo colocasen sobre una mesa del hospital.

Una vez que el Abad y los demás monjes se hubieron alejado, el herbolario y mi maestro examinaron atentamente el cadáver, con la frialdad propia de los médicos.

—Ha muerto ahogado —dijo Severino—, de eso no hay duda. El rostro está hinchado, el vientre tenso...

—Pero no ha sido otro quien lo ha ahogado —observó Guillermo—, porque se habría resistido a la violencia del homicida y hubiésemos encontrado huellas de agua alrededor de la bañera. En cambio, todo estaba limpio y en orden, como si Berengario hubiese calentado el agua, hubiera llenado la bañera y se hubiese tendido en ella por su propia voluntad.

—Esto no me sorprende —dijo Severino—. Berengario sufría de convulsiones, y yo mismo le dije más de una vez que los baños tibios son buenos para calmar la excitación del cuerpo y del alma. En varias ocasiones me pidió autorización para entrar en los baños. Bien pudiera haber hecho eso esta noche...

—La anterior —observó Guillermo—, porque, como puedes ver, este cuerpo ha estado al menos un día en el agua...

—Es posible que haya sucedido la noche anterior —admitió Severino.

Guillermo lo puso parcialmente al tanto de los acontecimientos de aquella noche. No le dijo que habíamos entrado a escondidas en el scriptorium, pero, sin revelarle todos los detalles, le dijo que habíamos perseguido a una sombra misteriosa que nos había quitado un libro. Severino comprendió que Guillermo sólo le estaba contando parte de la verdad, pero no indagó más. Observó que la agitación de Berengario, suponiendo que fuese aquel ladrón misterioso, podía haberlo inducido a buscar la tranquilidad en un baño reconfortante. Berengario, dijo, era de naturaleza muy sensible, a veces una contrariedad o una emoción le provocaban temblores, sudores fríos, se le ponían los ojos en blanco y caía al suelo escupiendo una baba blancuzca.

—En cualquier caso —dijo Guillermo—, antes de venir aquí estuvo en alguna otra parte, porque en los baños no he visto el libro que robó.

—Sí —confirmé con cierto orgullo—, he levantado la ropa que dejó junto a la bañera y no he visto huellas de ningún objeto voluminoso.

—Muy bien —dijo Guillermo sonriéndome—. Por tanto, estuvo en alguna otra parte. Después, podemos seguir suponiendo, para calmar su agitación, y quizá también para sustraerse a nuestra búsqueda, entró en los baños y se metió en el agua.



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