Confesiones de un chef by Anthony Bourdain

Confesiones de un chef by Anthony Bourdain

Author:Anthony Bourdain
Language: es
Format: mobi
Tags: Narrativa Variada
Published: 2011-05-04T22:00:00+00:00


La pregunta era peliaguda. Hasta el momento el hombre había mantenido un tono estrictamente profesional. ¿Qué clase de respuesta buscaba? ¿Cómo esperaba que su futuro chef contestara semejante pregunta? «¿Qué sabe usted de mí?»

Tal vez querría que le lamiera el culo. Tal vez esperara un discurso tipo: «¡Ah, ya! ¡Claro que sé mucho de usted! ¡He oído hablar tanto de usted! ¿Cómo habría podido evitarlo? ¡Claro que sí! En Estados Unidos cualquier chaval de primaria está enterado de su heroico viaje en bodega desde Escocia, de su resolución para ascender la escala social, de cómo empezó siendo botones y se abrió camino hasta convertirse en un magnate y poner esta estupenda... verdaderamente estupenda churrasquería, donde ya es legendaria la calidad de la comida. Claro que sí... Claro que sí... ¡Tengo su biografía tatuada en el pecho! ¡Sirve usted de ejemplo, se lo digo yo! ¡Es un modelo de conducta para la infancia!».

¿Era eso lo que pretendía? Me pareció que no era eso. Tenía que pensar deprisa. ¿Qué podría querer el tío? Tal vez sólo que reconociera la seriedad de la empresa, algo así como: «¡Claro! He oído hablar de usted... No es usted ningún estúpido, es un triunfador, un hombre que sabe aprovechar a la gente, que espera mucho de ella... Un hombre a quien, al principio de su carrera, lo han jodido chefs que más que chefs eran artistas de mierda. Y no está usted dispuesto a que vuelva a sucederle... Un hombre que se ha abierto paso a codazos hasta llegar a la cima, pisando cabezas y miembros hechos papilla de sus competidores».

¿Sería eso lo que quería?

También pensé astutamente: ¿quería ver si el postulante tenía más cojones que él? «Oh, sí», podría ser la respuesta, «todo el mundo dice que es usted una rata, un hijo de puta miserable, maquiavélico, desalmado, con un millón de enemigos y pelotas del tamaño de los melones casaba... Pero también he oído decir que juega usted limpio».

¡Eso sería!

Pero lo cierto es que hasta que crucé la puerta no había oído hablar de ese tío en mi vida. Ni una palabra. Sí, sabía que había conseguido un puntaje de 24 en la Zagat's, pero ese puntaje se refería al restaurante. ¡Era cuanto sabía del hombre! Mentir... adular a esas alturas... cuando todo marchaba sobre ruedas... ¡Podría ser un error fatal!

Decidí coger el toro por los cuernos.

Con altanería —después me di cuenta de que debe haber parecido la más idiota de las altanerías— contesté a la pregunta «¿Qué sabe usted de mí?» con toda honestidad. Le devolví la mirada, sonreí y, con forzada decisión y absoluto candor, respondí con la mayor jovialidad posible, dado que el corazón me martillaba en el pecho:

«¡Casi nada!»

No era la respuesta que buscaba.

Dueño y gerente me dedicaron una sonrisa abierta y desconcertante. Tal vez estuvieran impresionados por mis cojones. Pero esta idea quedó rápidamente sustituida por la de que yo no iba a ser el chef del lugar... ni entonces ni nunca. En algún momento la había pifiado.

Los dos se rieron.



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