Desde mi cielo by Alice Sebold

Desde mi cielo by Alice Sebold

Author:Alice Sebold
Language: es
Format: mobi, epub
Tags: Dramática
Published: 2011-03-16T23:00:00+00:00


La abuela Lynn llegó el lunes anterior a Acción de Gracias. Con los mismos ojos láser que buscaron de inmediato alguna imperfección antiestética en mi hermana, vio algo detrás de la sonrisa de su hija, en sus movimientos aplacados y serenos, en cómo su cuerpo respondía cuando venía el detective Fenerman o la policía.

Cuando esa noche, después de cenar, mi madre rechazó el ofrecimiento de mi padre de ayudarla a lavar los platos, los ojos láser se convencieron. Con firmeza, y con gran asombro de todos los comensales y alivio de mi hermana, la abuela Lynn anunció algo.

—Abigail, voy a ayudarte a lavar los platos. Un asunto entre madre e hija.

—¿Qué?

Mi madre había previsto deshacerse fácilmente de Lindsey y pasar el resto de la noche frente al fregadero, lavando despacio los platos y mirando por la ventana hasta que la oscuridad le devolviera su reflejo, los ruidos del televisor dejaran finalmente de oírse y volviera a estar sola.

—Ayer mismo me hice las uñas —dijo la abuela después de ponerse el delantal encima de su vestido de diseño beige—, de modo que secaré yo.

—Madre, de verdad, no es necesario.

—Lo es, cariño, créeme —dijo mi abuela.

Había algo sobrio y cortante en ese «cariño».

Buckley se llevó a mi padre de la mano a la sala contigua, donde estaba el televisor. Se sentaron, y Lindsey, que había recibido una reprimenda, subió a su habitación para llamar a Samuel.

Era extraño verlo. Algo muy fuera de lo normal. Mi abuela con un delantal y sosteniendo un trapo de cocina como si se tratase de un capote de torero, lista para el primer plato que llegara a sus manos.

Permanecieron calladas mientras trabajaban, y el silencio —los únicos sonidos eran las salpicaduras que producía mi madre al sumergir las manos en el agua hirviendo, el chirrido de platos y el tintineo de cubiertos— hizo que la tensión que llenaba la estancia se volviera insoportable. Los ruidos del partido en la habitación contigua eran igualmente extraños para mí. Mi padre nunca había visto el fútbol; el único deporte que le interesaba era el baloncesto. La abuela Lynn nunca había lavado los platos; los alimentos congelados y las comidas para llevar eran sus armas predilectas.

—Oh, Dios mío —dijo por fin—. Toma. —Devolvió el plato recién lavado a mi madre—. Quiero tener una conversación de verdad, pero me temo que se me van a caer estos platos de las manos. Vamos a dar un paseo.

—Madre, necesito...

—Yo necesito dar un paseo.

—Después de fregar.

—Escucha —dijo mi abuela—, sé que yo soy quien soy y tú eres quien eres y lo que te hace feliz, pero reconozco algunas cosas cuando las veo y sé que está ocurriendo algo que no está bien. Capisce?

A mi madre le temblaba la cara, blanda y maleable, casi tan blanda y maleable como su reflejo en el agua sucia del fregadero.

—¿Qué?

—Tengo mis sospechas, y no quiero hablar de ellas aquí.

«Mensaje recibido, abuela Lynn», pensé yo. Nunca la había visto tan nerviosa.

No les iba a resultar difícil salir de casa a las dos solas.



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