Tom O'Bedlam by Silverberg Robert

Tom O'Bedlam by Silverberg Robert

Author:Silverberg, Robert [Silverberg, Robert]
Language: eng
Format: epub, mobi
Tags: Ciencia Ficción
ISBN: 978-84-270-1114-4
Publisher: Ediciones Martínez Roca, S. A.
Published: 2013-01-01T03:00:00+00:00


2

Entre estos dos nuevos extraños, la hermosa mujer que no era real y el hombre de la pierna lastimada y ceño fruncido, Tom estuvo seguro de que sentía venir una visión. Justo aquí, delante de todos, en esta carretera solitaria, mientras el sol se ponía.

Pero, sin saber por qué, la visión no llegó. Sentía el rugido en su cerebro, el principio de las sacudidas luminosas, pero eso fue todo. Tal vez algo más estaba pasando, algún tipo de presagio se desplegaba en su interior.

Miró a Charley. Miró a la mujer de pelo negro y al hombre de la pierna lastimada. Charley hacía preguntas sobre el centro que el hombre había mencionado. ¿Dónde está, quién lo dirige, qué hacen allí? Tom escuchaba con interés. Tal vez le gustaría ir a ese centro, sentarse y descansar un rato en sus jardines. Había estado demasiado tiempo vagabundeando, y se sentía cansado.

— ¿Quiere decir que ese sitio es una especie de granja de recreo? —preguntó Charley.

—No exactamente —respondió el hombre del ceño fruncido—. Tienen un montón de gente perturbada allí. Quizás no tan perturbada como su amigo, pero… ¿quién sabe? Bastante inestables. Allí tienen maneras de aliviarlos y de cuidarlos.

—A Tom le vendría bien un poco de alivio. Pobre Tom.

Nadie pareció darse cuenta de que había hablado. Miró al cielo, aún azul pero ya casi oscuro. El sol estaba oculto por las cimas de los gigantescos árboles. El bosque comenzaba a pocos metros de la carretera y continuaba sin tener fin. Vio unas cuantas estrellas apareciendo y desplazándose en el cielo, puntitos de luz de colores, rojos, verdes, naranja y turquesa.

Eran pequeñas chispas flotantes. Pero cada una se hallaba en el corazón de un imperio que se expandía a miles de mundos, y cada uno de esos imperios formaba parte de una confederación que agrupaba galaxias enteras. Y en esos mundos había un billón de ciudades maravillosas. Comparadas con las más pequeñas de esas ciudades, Babilonia era un pueblo, Egipto una aldea. Y la luz de todas esas estrellas estaba enfocada ahora en este pequeño mundo sin importancia, la Tierra.

— ¿Quiénes son ustedes dos? —preguntó Charley.

—Yo soy Ed. Ella es Ale.

—Ed y Ale. Muy bien. Y habían salido a pasear por el bosque.

—Así es. Una pequeña caminata. Metí el pie en un hoyo y me torcí el tobillo.

—Sí. Debe tener cuidado. —Charley los estaba midiendo—. ¿Y cuál es el nombre de ese centro?

—El Centro Nepente. Lo dirige una especie de fundación. Tratan a gente de toda California. Es casi como un hotel…, paseos, recreativos y todo eso, excepto que también te dan un tratamiento para los problemas. A su amigo le gustará ese sitio, estoy seguro. Está justo al otro lado del bosque, entre los árboles y la costa. Delante hay una gran verja, y letreros. De modo que no tiene pérdida. Si no les importa llevarnos a Ale y a mí a Ukiah primero, hay una carretera que va recto de Ukiah a Mendocino, y después pueden tomar el camino de vuelta al Centro.



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