(Maigret 09) La taberna del puerto by Georges Simenon

Author:Georges Simenon
Language: es
Format: mobi
Tags: Novela policiaca
Published: 2012-01-27T01:34:21.992003+00:00

Caminaban los dos a lo largo del muelle. Aunque Le Clinche se había mojado la cara con agua fresca, todavía le quedaban algunas manchas rojas. Tenía los ojos febriles y los labios encendidos.

Vestía un traje gris de confección y, sin ninguna preocupación por la elegancia, se había abrochado tres botones. Llevaba la corbata mal anudada.

Maigret, con las manos en los bolsillos, avanzaba con aire obstinado mascullando como para sus adentros:

—Debe comprender que no tengo tiempo de echarle sermones. Sólo le diré una cosa: su prometida está aquí. Es una buena chica, ha venido expresamente de Quimper y ha removido cielo y tierra para ayudarlo. Quizá sea mejor no desesperarla.

—¿Sabe lo de...?

—Sería inútil hablarle de esa mujer.

Maigret no cesaba de observarlo. Llegaron a los muelles. Los vivos colores de las barcas de pesca relucían bajo el sol. Las aceras estaban animadas.

Unas veces, Le Clinche parecía recuperar el gusto por la vida y contemplar el panorama con esperanza; otras veces, sus pupilas se endurecían y miraban con rencor a personas y cosas.

Tenían que pasar muy cerca del Océan; ese día acabarían la descarga, y delante del pesquero quedaban tres vagones.

Sin insistir demasiado, el comisario murmuró señalando unos puntos en el espacio:

—Usted estaba allí. Gaston Buzier ahí. Y aquí, en este lugar, un tercero estranguló al capitán.

Su acompañante respiró profundamente y giró la cabeza hacia otro lado.

—Pero estaba oscuro y ustedes no podían reconocerse. En cualquier caso, el tercero no era el jefe de máquinas ni el segundo oficial, porque los dos se hallaban con los demás hombres en el Rendez-Vous des Terre-Neuvas.

El bretón, en la cubierta, descubrió al telegrafista y se asomó a la escotilla, de la que salieron tres marineros para ver a Le Clinche.

—Bueno, vámonos —le dijo Maigret—. Nos espera Marie Léonnec.

—No puedo.

—¿Qué es lo que no puede?

—Ir allí. ¡Se lo suplico, déjeme! ¿Qué puede importarle a usted que yo me destruya? ¡Sobre todo, si eso es lo mejor para todo el mundo!

—¿Tan terrible es el secreto, Le Clinche?

El otro calló.

—Y realmente no puede decir nada, ¿verdad? ¡Sí! Podría decir una cosa: ¿sigue deseando a Adèle?

—La detesto.

—No quise decir eso. He dicho desear, como la ha deseado durante toda la campaña. Estamos entre hombres. ¿Ha tenido muchas aventuras antes de conocer a Marie Léonnec?

—No, cosas sin importancia.

—Y jamás ha sentido pasión, el deseo de una mujer hasta el punto de llorar por ella.

—Jamás —suspiró, desviando la mirada.

—Todo ocurrió a bordo; en el ambiente rudo y monótono, sólo había una mujer, carne perfumada en el pesquero apestando a pescado. ¿Qué dice a eso?

—Nada.

—¿Ha olvidado a su prometida?

—No es lo mismo.

Maigret lo miró a la cara y se quedó estupefacto ante el cambio que acababa de producirse en su acompañante: ahora mostraba una frente cejijunta, una mirada fija y un rictus amargo en la boca. Y, sin embargo, no había desaparecido de su expresión la nostalgia y el ensueño.

—Marie Léonnec es bonita —prosiguió Maigret, testarudo.

—Sí.

—Y mucho más distinguida que Adèle. Además, ella le ama. Está dispuesta a hacer cualquier sacrificio por usted.

—¡Cállese de una vez!-gruñó el telegrafista—.

Download

Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.