Casa desolada(c.1) by Charles Dickens

Casa desolada(c.1) by Charles Dickens

Author:Charles Dickens
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-10-31T00:00:00+00:00


32

A la hora exacta

Ya es de noche en Lincoln's Inn, valle perplejo e inquieto de la sombra de la ley, donde los pleiteantes no suelen hallar demasiada luz, y en las oficinas se apagan las gruesas velas, y los pasantes ya han bajado las destartaladas escaleras de madera y se han dispersado. La campana que suena a las nueve ha interrumpido su tañido doliente que no significa nada, las puertas están cerradas, y el portero de noche, solemne guardián con una capacidad portentosa para quedarse dormido, mantiene la guardia en su garita. Desde las filas de ventanas de las escaleras, lámparas ciegas como los ojos de la Equidad, como un Argos pitañoso con un bolsillo sin fondo por cada ojo y un ojo para vigilarlo todo, parpadean pálidamente hacia las estrellas. En las buhardillas sucias surgen de vez en cuando parches borrosos de luz de candil donde algún dibujante o algún escribiente astutos siguen trabajando para aumentar las complicaciones de algún pleito por propiedades en resmas de pergamino, a una tasa media de unas 12 ovejas por acre de tierra. En esa industria digna de las abejas se siguen ocupando estos benefactores de la especie, aunque ya han pasado las horas de oficina, a fin de cumplir con su deber de cada día.

En la plazoleta de al lado, donde reside el Lord Canciller de la trapería, se manifiesta una tendencia general a la cerveza y la cena. La señora Piper y la señora Perkins, cuyos respectivos hijos, ocupados con un círculo de sus amistades en jugar al escondite, han pasado varias horas agazapados en las esquinas de Chancery Lane, o correteando por esa misma arteria para gran confusión de los viandantes; la señora Piper y la señora Perkins, decimos, ya se han felicitado mutuamente porque sus hijos se han acostado, y aún se quedan un rato en el umbral de la puerta para la despedida. Como de costumbre, el tema principal de su conversación son el señor Krook y su huésped, y el hecho de que el señor Krook «siempre lleva una copa de más», así como las perspectivas testamentarias del joven. Pero también tienen algo que decir, como siempre, de la Reunión Armónica que se celebra en las Armas del Sol, desde donde el sonido del piano que llega por las ventanas entreabiertas repiquetea en la calle, y donde cabe ahora escuchar a Little Swills que, tras lograr como un auténtico Yorick que los amantes de la armonía rían como locos, se pone a cantar cavernosamente, mientras exhorta a sus amigos y aficionados a «¡Escuchar, escuchar, escuchar, la cascada que cae!». La señora Perkins y la señora Piper comparan opiniones en torno al tema de la damisela de gran reputación profesional que ayuda en las Reuniones Armónicas, y a la que se menciona por su nombre en el anuncio manuscrito colocado en la ventana, de la cual la señora Perkins sabe perfectamente que lleva casado un año y medio, aunque se anuncie con el nombre de señorita M. Melvilleson,



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