Bloody Miami by Tom Wolfe

Bloody Miami by Tom Wolfe

Author:Tom Wolfe [Wolfe, Tom]
Language: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
Publisher: ePubLibre
Published: 2012-01-01T05:00:00+00:00


11. GHISLAINE

Encontrar una camisa de manga larga que cubriera los famosos músculos —aparecían mismamente en las noticias de hoy— de Nestor Camacho fue tarea difícil. Pero tenía que hacerse. Entonces recordó una camisa de franela a cuadros que había guardado en el estante del armario que Yevgeni y él compartían. Evidentemente, una camisa de franela de manga larga a cuadros oscuros no era una elección ideal para el tórrido tórrido tórrido Miami, sofocado por la lámpara halógena de calor… pero era lo mejor que pudo encontrar. Era bastante fea, además, y la llevaba por fuera de los pantalones para ofrecer un aspecto de un costal de harina lleno de modestia… todo ello, porque sabía que el artículo de esta mañana del Herald iba a ser una bomba en cualquier sitio en donde sus compañeros de la CST le pusieran la vista encima. Todo el asunto venía en primera página, con una versión reducida de la foto sin camiseta que le tomaron después del incidente del mástil.

En efecto, Nestor, Hernandez, Nuñez y Flores, otro agente de la unidad, acababan de sentarse en un reservado de Kermit’s, el barucho que servía platos rápidos en la misma manzana de la farmacia CVS —la cuestión era que todos los tugurios de Miami parecían encontrarse en una calle donde había alguna farmacia CVS—, y en cualquier caso acababan de sentarse cuando Hernandez dijo:

—¿Quién es ese tal John Smith, Nestor? ¿Cuánto cuesta contratar a un relaciones públicas, de todos modos?

¡Uuuf ! Aquel dardo le dio a Nestor justo entre los ojos. Pero con la mayor frescura logró adoptar un tono teatral:

—Por lo que yo sé, sargento, no es más que un tío que reconoce el verdadero talento en cuanto lo ve.

Muy bueno. Nuñez y Flores rieron en señal de apreciación. No así el sargento Hernandez.

—Sí, pero el caso es que no lo vio. No estaba allí. Aunque no lo parece por lo que dice aquí. —Hernandez cogió un ejemplar de Yo No Creo el Herald como si fuera un objeto tóxico y empezó a leer en alta voz—. «El agente de veinticinco años que trepa por la cuerda, Nestor Camacho, a quien le fue impuesta la medalla al valor del Departamento de Policía hace un par de meses por cargar con un refugiado cubano presa del pánico y bajarlo de un mástil de veintiún metros, dejó ayer a sus compañeros y a dos sospechosos de tráfico de drogas de Overtown, convulsionados»… con vulsionados… ¿quién coño son esos vulsionados?» —risitas de apreciación por parte de Nuñez y Flores— «con otra proeza de poderío físico. Camacho y su compañero, el sargento Jorge Hernandez, que por su parte, lamentablemente, no es ninguna leyenda» —más risitas de Flores y Nuñez, mientras Hernandez se hinchaba por el don del ingenio recién encontrado…

—¡Venga, sargento, vamos —le interrumpió Nestor—, que no dice eso!

—Vaya, debo de haber leído mal —repuso Hernandez, que continuó leyendo—. «Camacho y su compañero, el sargento Jorge Hernandez, aún virgen en el Reino de la Leyenda, intentaban…»

—Déjeme… en… paz —se quejó Nestor, poniendo los ojos en blanco.



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