Muerte Y Juicio

Muerte Y Juicio

Author:Donna Leon
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-07-01T23:00:00+00:00


19

Todo recuerdo del signor Rondini se borró de la mente de Brunetti por efecto de la noticia que, a la mañana siguiente, lo hizo salir corriendo del cuarto de baño a medio afeitar. Ubaldo Lotto, hermano de la viuda de Carlo Trevisan, había aparecido muerto en su coche, aparcado en una carretera secundaria entre Mestre y Mogliano Veneto. Al parecer, había recibido tres disparos a quemarropa, hechos por una persona que debía de estar sentada a su lado, en la parte delantera del coche.

El cadáver había sido descubierto alrededor de las cinco de la mañana por un vecino de la zona que, obligado a circular despacio por el barrillo que cubría el firme después de la lluvia de la noche, al sortear el coche grande parado a un lado de la carretera, había visto algo alarmante: el conductor caído sobre el volante, con el motor en marcha. El hombre se había apeado y mirado al interior del vehículo y, al ver la sangre encharcada en el asiento, había llamado a la policía. Los agentes habían acordonado la zona y buscado huellas del asesino o asesinos. Había señales de que otro coche se había parado detrás del de Lotto, pero la copiosa lluvia de otoño había borrado las marcas de los neumáticos. El policía que abrió la puerta tuvo una arcada, provocada por el olor a sangre y a sustancia fecal mezclado con un perfume penetrante, que dedujo sería del aftershave de la víctima, todo ello potenciado por la calefacción del coche, que había funcionado a tope durante las horas que Lotto llevaba muerto, abrazado al volante. El equipo del laboratorio inspeccionó los alrededores del coche y, cuando éste fue remolcado al garaje de la policía de Mestre, realizó un minucioso examen del vehículo para extraer y clasificar las fibras, cabellos y partículas que pudieran suministrar información sobre la persona que se hallaba sentada al lado de Lotto cuando éste murió.

El coche ya había sido retirado cuando Brunetti y Vianello llegaron a la escena del asesinato, en un vehículo de la policía de Mestre. Desde el asiento trasero, lo único que podían ver era una estrecha carretera y árboles que aún goteaban a pesar de que no llovía desde el amanecer. En el garaje de la policía vieron un Lancia granate, con unas manchas en el asiento del conductor que iban tomando poco a poco el mismo color que la carrocería. Y en el depósito de cadáveres encontraron al hombre que había sido llamado para identificar el cadáver y que no era otro que Salvatore Martucci, el socio superviviente del bufete de Trevisan. Una rápida mirada y una leve inclinación de cabeza de Vianello indicaron a Brunetti que éste era el hombre que había hablado con él y que tan poco pesar había exteriorizado después del asesinato de Trevisan.

Martucci era delgado, huesudo y más alto que la mayoría de los meridionales, y su pelo, que llevaba muy corto, era de un rubio rojizo, características que hacían presumir entre su ascendencia a



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