La reina de los condenados by Anne Rice

La reina de los condenados by Anne Rice

Author:Anne Rice
Language: eng
Format: mobi
Published: 1988-01-01T05:00:00+00:00


2. MARIUS: REUNIÓN

Se encontraron de nuevo en la linde del bosque de secoyas, con las ropas hechas harapos y los ojos lagrimosos por el viento. Pandora se hallaba a la derecha de Marius, Santino a la izquierda. Y, desde la casa al otro lado del claro, Mael, una figura larguirucha, fue hacia ellos, salvando la hierba recién segada con pasos largos como saltos de ciervo.

En silencio abrazó a Marius.

—Viejo amigo —dijo Marius. Pero su voz careció de vitalidad. Exhausto, miró más allá de Mael, hacia las ventanas iluminadas de la casa. Percibió, tras la fachada visible de la casa de puntiagudo tejado de dos aguas, una gran morada oculta en el interior de la montaña.

¿Qué le aguardaba allí, a él, a todos? Sólo con que tuviese el estado de ánimo suficiente, sólo con que pudiese hacer revivir la parte más pequeña de su propia alma...

—Estoy fatigado —dijo a Mael—. Estoy rendido por el viaje. Déjame descansar aquí un momento más. Luego iré.

Marius no menospreciaba el poder de volar, como sabía que Pandora hacía; sin embargo, invariablemente, aquel trabajo lo castigaba. Lo había dejado exhausto aquella noche de noches; y ahora tenía la necesidad de sentir la tierra bajo sus pies, de oler el bosque, de escrutar la distante casa en un momento de ininterrumpida quietud. El viento le había enmarañado el pelo, que aún estaba apelmazado con sangre seca. La simple chaqueta de lana gris y los pantalones que había conseguido extraer de las ruinas de su casa apenas le proporcionaban calor. Se arropó con la pesada capa negra, no porque la noche lo hiciese necesario, sino porque aún estaba helado y dolorido por el viento.

A Mael no pareció agradarle su momento de duda, pero condescendió. Receloso, echó una mirada a Pandora, en quien nunca había confiado, y luego, con abierta hostilidad, clavó los ojos en Santino, el cual estaba atareado limpiando de polvo sus negros atavíos y peinando su precioso pelo negro muy bien recortado. Durante un segundo sus ojos se encontraron, Santino erizado de malignidad; y Mael volvió la espalda.

Marius continuaba inmóvil, escuchando, pensando. Pudo sentir el último rincón de su cuerpo curándose; lo asombraba en gran manera que su cuerpo volviera a estar entero. Mientras los mortales aprenden año tras año que se hacen viejos y débiles, los inmortales deben aprender que se hacen más fuertes de lo que nunca hubieran imaginado que llegarían a ser. Por el momento aquello lo molestó.

Apenas había pasado una hora desde que Santino y Pandora lo habían ayudado a salir del pozo de hielo, y ahora era como si nunca hubiera estado allí, aplastado e indefenso durante diez días con sus noches, visitado y vuelto a visitar por los sueños de las gemelas. Pero ya nada podría volver a ser como antes.

Las gemelas. La mujer pelirroja estaba dentro de la casa, esperando, Santino se lo había dicho. Mael también lo sabía. Pero ¿quién era? ¿Y por qué él no quería saber las respuestas? ¿Por qué era aquella la hora más negra



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