Jorge Franco by Rosario Tijeras

Jorge Franco by Rosario Tijeras

Author:Rosario Tijeras
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-09-16T23:00:00+00:00


NUEVE

Emilio y yo habíamos construido desde el colegio una amistad a prueba de embates. Fue un juramento sin palabras, sin pactos de sangre ni promesas de borrachera. Fue simplemente una siembra mutua de cariño de la que cosecharíamos una amistad para toda la vida. Yo había encontrado en él la parte valiente que yo no poseía, no había en mí el tipo que no lo pensara dos veces para zambullirse en la incertidumbre y ése era precisamente Emilio. Y creo que él encontró en mí al cobarde que no existía en él, pero que le hacía falta para pensar dos veces antes el riesgo. Por esos años, yo además de quererlo lo admiraba. Emilio conseguía las mujeres, la plata, el trago, las emociones de la vida. Lo veía moverse libremente, sin escollos morales, sin culpa, saboreándose cada día como un regalo. Yo, en cambio, trataba angustiosamente de hacerle frente a ese modo de vida que era imperativo en los jóvenes. Pero a escondidas, y muy a solas, me embarcaba en lecturas y pensamientos existencialistas que chocaban con mi mundo de la calle, con los planes de Emilio, y después, de una manera muy fuerte, con las normas sociales. Fue entonces cuando encontré en Emilio, además del amigo, mi fortín para la irreverencia. Y ni que decir cuando la encontré a ella, nuestro escándalo mayor, nuestra Rosario Tijeras.

Hoy ya no admiro a Emilio pero todavía lo quiero. Aunque no ha pasado mucho tiempo desde entonces, las circunstancias sacaron a relucir de nuestros adentros lo que verdaderamente éramos, lo que va saliendo con el paso de los años y permite a unos llegar más lejos que a otros. Sin embargo, creo que mi cariño por él no hubiera sobrevivido si no fuera por todos los recuerdos de nuestra inmersión en la vida. Los años por el colegio, nuestro desquite con los curas, la primera vez en cine para mayores, la primera revista porno, nuestro sexo con la mano, las primeras novias, la primera vez, los secretos entre amigos, la primera borrachera, las tardes de terraza en que no hacíamos nada, sino hablar de música, fútbol y cosas por el estilo; la primera traba cagados de la risa y comiendo buñuelos, la finquita que alquilamos en Santa Elena para fumar y beber tranquilos, para llevar mujeres y amanecer con ellas, esa misma casita donde Emilio pasó su primera noche con Rosario y yo después y también con ella, la única.

Fue ella la que nos desaferró de esa adolescencia que ya jóvenes nos resistíamos a abandonar. Fue ella la que nos metió en el mundo, la que nos partió el camino en dos, la que nos mostró que la vida era diferente al paisaje que nos habían pintado. Fue Rosario Tijeras la que me hizo sentir lo máximo que puede latir un corazón y me hizo ver mis despechos anteriores como simples chistes de señoras, para mostrarme el lado suicida del amor, la situación extrema donde sólo se ve por los ojos del otro,



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