(Ember 01) La Ciudad De La Oscuridad by Jeanne Duprau

(Ember 01) La Ciudad De La Oscuridad by Jeanne Duprau

Author:Jeanne Duprau
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788496284555
Publisher: Roca Editorial de Libros, S.L.
Published: 2012-01-27T00:29:08.433495+00:00


Capítulo 11 Las provisiones de Lizzie

Lina pasó todo el día en la casa de la señora Murdo, que era igual que la suya, pero más ordenada. Tenía un sofá, un sillón voluminoso cubierto de un material peludo a rayas y una mesa grande. La mesa, a diferencia de la suya, no se tambaleaba. Sobre la mesa había una cesta, dentro de la cual se hallaban tres nabos; todos eran de color lavanda en un extremo y blanco en el otro. Lina pensó que la señora Murdo los habría puesto allí no sólo porque se los iba a comer durante la cena, sino también porque eran bonitos.

Lina se sentó de lado en el sofá, con las piernas estiradas, y la señora Murdo la cubrió con una manta de color gris verdoso.

—Esto te mantendrá caliente —le dijo, poniéndola alrededor de las piernas de Lina.

Lina no tenía frío, pero sí estaba muy triste, lo que, de alguna manera, era similar. La manta la hacía sentir bien, como si alguien la estuviera sosteniendo. La señora Murdo le dio a Poppy una bufanda larga para que jugara y cocinó una sopa cremosa de champiñones. Lina se quedó allí todo el día, arrebujada en su manta. Pensó en su abuela, que había tenido una vida larga y en general feliz. Lloró un poco y se durmió. Luego se despertó y jugó con Poppy. El día fue extraño pero confortable, como si se tratara del final de una época y el principio de otra.

A la mañana siguiente, Lina se levantó y se preparó para ir a trabajar.

La señora Murdo le dio té de remolacha y espinacas salteadas para desayunar.

—Se acerca el Día de los Cantos —le indicó a Lina mientras comían—. ¿Te sabes tu parte?

—Sí —dijo Lina—. La recuerdo bastante bien del año pasado.

—Me gusta bastante el Día de los Cantos —dijo la señora Murdo.

—A mí me encanta —dijo Lina—. Creo que es mi día favorito del año.

Una vez al año, los ciudadanos se juntaban para cantar las tres mejores canciones de Las Ascuas. El solo hecho de pensar en ello hacía que Lina se sintiera mejor. Acabó su desayuno y se puso la chaqueta roja.

—No te preocupes por Poppy, yo la cuidaré —dijo la señora Murdo, mientras Lina se aproximaba a la puerta—. Cuando vuelvas esta noche hablaremos de cómo nos organizamos.

—¿Cómo nos organizamos? —dijo Lina.

—Bueno, vosotras dos no os las podéis arreglar solas, ¿a que no?

—¿No podemos?

—Por supuesto que no —dijo con dureza la señora Murdo—. ¿Quién va a cuidar de Poppy mientras tú vas a entregar mensajes? Os tenéis que mudar a vivir conmigo. Tengo una habitación libre, y es bastante bonita. Ven a verla.

Abrió la puerta y Lina echó un vistazo. Nunca había visto una habitación tan acogedora. Tenía una cama llena de bultos, cubierta con una manta de un azul desvaído, y una cabecera con cuatro almohadas mullidas. Junto a la cama había una mesita con cajones, y los pomos de los cajones tenían forma de lágrima y estaban cubiertos de espejos.



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