El Oro De Los Incas

Author:Clive Cussler
Language: es
Format: mobi
Published: 2008-10-11T23:00:00+00:00

29

—Brunilda ha hecho ya todo lo que podía hacer —explicó Yaeger aludiendo a su querido ordenador—. Después de un intenso trabajo, creo que juntos hemos logrado averiguar el significado de aproximadamente un noventa por ciento de los ramales, aunque todavía nos quedan unas cuantas permutaciones por descifrar...

—¿Permutaciones? —preguntó Pitt entre dientes.

—Los diferentes órdenes y combinaciones de color de los ramales del quipo.

Pitt se encogió de hombros y miró a su alrededor. Se encontraba nuevamente en la sala de reuniones de la ANS en compañía del almirante Sandecker, Al Giordino, Rudi Gunn y Hiram Yaeger. La atención de todos estaba dirigida hacia este último. El técnico tenía el mismo aspecto que un coyote que hubiera estado aullando toda una noche de luna llena.

—Mi léxico deja un poco que desear —murmuró Pitt. Se acomodó en su sillón y se quedó mirando al genio de los ordenadores que tenía enfrente. Yaeger se encontraba delante de una pantalla explicando las conclusiones a las que había llegado en torno al quipo.

—Como iba diciendo, ciertos nudos y ramales son indescifrables. A pesar de que he utilizado las técnicas de análisis de datos más sofisticadas y modernas que se conocen, todo lo que he conseguido ha sido una versión aproximada de lo que describe el quipo.

—¿Un cerebro como tú? —se burló Gunn con una sonrisa. —Einstein se habría encontrado en la misma situación. Si hubiese tenido que descifrar una piedra inca tan complicada como la roseta o un libro de instrucciones del siglo xvi para hacer quipos, habría tenido a su disposición las mismas referencias que he tenido yo, es decir ninguna.

—Si vas a decirnos ahora que no hay traca final, me voy a comer —replicó Giordino.

—El quipo de Drake es una complicada representación de datos numéricos —continuó Yaeger sin hacer caso al comentario sarcástico del submarinista—, pero no es el medio adecuado para relatar acontecimientos de manera dramática. No se puede narrar una acción con la viveza necesaria con sólo una serie de ramales coloreados y unos cuantos nudos ordenados de manera estratégica. Las personas que hacían quipos los utilizaban para lo que en realidad valían, es decir, para consignar datos poco detallados sobre sus vidas.

—Muy bien, entendido —intervino Sandecker moviendo de lado a lado uno de sus grandes puros—. ¿Por qué no nos dices ahora qué es lo que has sacado en claro?

Yaeger asintió con la cabeza y apagó las luces de la sala de reuniones. Puso en funcionamiento un proyector de diapositivas y, acto seguido, sobre la pantalla se vio un antiguo mapa español de las costas de Norteamérica y Sudamérica.

—Sin entrar en demasiados detalles, diré que después de que Huáscar, el legítimo heredero del trono inca, fuera derrotado y depuesto por su hermanastro Atahualpa, quien además era hijo bastardo, en el año 1533, ordenó que las riquezas de su reino fueran escondidas en los Andes. Una sabia decisión, como más tarde se demostraría. Durante el tiempo que permaneció apresado, Huáscar sufrió todo tipo de humillaciones y desgracias. Todos sus amigos y familiares fueron ejecutados, y sus esposas e hijos murieron en la horca.

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