Dos monstruos juntos by Boris Izaguirre

Dos monstruos juntos by Boris Izaguirre

Author:Boris Izaguirre
Language: eng
Format: mobi
Tags: Humor, Romántica
ISBN: 9788408103899
Publisher: Planeta Internacional
Published: 2011-09-13T04:00:00+00:00


CAPÍTULO 22

LA LARGA NOCHE DEL OVINGTON

Cuando entró en el Ovington su iPod sonaba con la selección del día anterior. Llegaba tarde, Joanie y Francisco comenzaron a aplaudirla tras el cristal de la cocina y a hacerle señales sobre su nuevo peinado. Decidió que no se iba a mirar en ningún otro reflejo prestado y por eso, por evitar superficies, alzó la cabeza y descubrió la mesa del fondo ocupada por la Higgins, el negro, la Modelo, David sin su novio y otra vez los «chicos maravilla», Borja y Enrique. Vaya, los había bautizado como «la Manada», sería más fácil, sencillo, describirlos con ese sustantivo y listo. Qué mal le sentaban las drogas a Higgins, en vez de adelgazarla la hinchaban. Y los «maravilla» realmente se vestían como futbolistas sin esposas. Ningún sentido de la combinación.

—Pero cómo manejas el tiempo de bien, querida Patricia. Nos quedamos a cuadros cuando desapareciste del country y aquí estás con ese hiper moderno corte de pelo.

¿Higgins llevaba un pañuelo o más bien era una peluca con pañuelo incorporado?

—David no sabe cómo pedirte perdón, hija. ¿Crees que podréis solucionarlo? En el interés de todos, claro —emplazó Higgins. David, como si no estuviera presente, agachó la cabeza y procuró hacerse invisible hasta que amainara el temporal.

—¿Recuerdas a Borja y a Enrique, querida? Se quedaron desolados porque desapareciste del country como un ciervo espantado.

Patricia alargó su mano para saludarles, otra vez. Borja tendría en torno a los treinta y cuatro años, alto, con pelo y flequillo castaño claro, buena nariz, bonita boca, buenos dientes, habría estudiado en El Pilar de Madrid o en el Colegio Alemán de Barcelona. Madrid más bien, porque llevaba el cinturón y los zapatos del mismo tono, ese color teja tan absurdo y que tanto gusta a los españoles porque les recuerda el albero de las plazas de toros. Un hombre que combina el cinturón con los zapatos no debería sentarse en el Ovington, pensó, pero las reglas de un restaurante se escriben todos los días. Enrique era mayor, claramente había superado los cuarenta, lucía alianza y manicura a punto de caducar, bonitos calcetines gris oscuro, zapatos marrones, traje azul. Estaba hablando con una de las inglesas de la mesa, una chica con aspecto de ex modelo. Enrique seguramente llevaba más años viviendo en Londres y había adquirido el chic del expatriado, que suaviza los errores del origen y fomenta las cualidades de lo adoptado.

—Patricia es la tapa del frasco en Londres en este momento —sentenció la Higgins.

—Lo es donde quiera que vaya. Lo que pasa es que nunca se acuerda de nosotros. Alfredo y yo fuimos juntos al Colegio Alemán. A él le gustaba llamarme Mr. Gratis, porque siempre me las arreglo para que casi todo sea así —dijo Borja. Patricia no quería mirarle, le molestaba su acento pijo mezclado con cierto deje anglófilo, como si debajo de todas esas argucias hubiera un tono de hablar violentamente proletario. Pero le gustaba el olor de su colonia, un perfecto vetiver, áspero, seco, directo.

—Borja ha dicho que casi todo gratis.



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.