No Sin Mi Hija

No Sin Mi Hija

Author:Betty Mahmoody
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-02-03T23:00:00+00:00


Algunos miembros de la familia insistieron en que visitáramos uno de los palacios del derrocado sha. Al llegar, fuimos separados por sexos. Yo seguí a las demás mujeres a una sala de espera, donde se nos registró en busca de contrabando, al tiempo que se comprobaba la corrección de nuestros vestidos. Yo llevaba el montoe y el roosarie que me había entregado Ameh Bozorg, y gruesos calcetines negros. No mostraba ni una pizca de pierna, pero aun así no pasé la inspección. Por medio de un intérprete, una matrona me informó de que debía llevar también un grueso par de pantalones largos.

Cuando Moody investigó la razón de nuestro retraso, inició una discusión. Explicó que yo era extranjera y que no llevaba conmigo unos pantalones largos. Pero la explicación resultó insuficiente, de modo que todo el grupo tuvo que esperar mientras la esposa de Mammal, Nasserine, iba a casa de sus padres, que se encontraba cerca, para pedir prestados unos pantalones.

Moody insistió en que ni siquiera esto era represión. «Se trata sólo de una persona que quiere mostrar su superioridad —murmuró—. No es así como van realmente las cosas.»

Cuando finalmente pudimos ver el palacio, resultó una decepción. En gran parte la legendaria opulencia había desaparecido a manos de los merodeadores revolucionarios de Jomeini, y lo poco que restaba había sido reducido a pedazos. No quedaban signos de la existencia del sha, pero el guía de la torre nos describió su perversa y despreocupada opulencia, y luego nos pidió que echáramos una mirada a los barrios bajos de la vecindad y nos preguntáramos cómo podía vivir el sha en aquel esplendor mientras contemplaba la miseria de las multitudes. Cruzamos desnudas habitaciones y echamos breves miradas a otras, escasamente amuebladas, por las que corrían niños sucios a los que nadie vigilaba. La mayor atracción parecía ser una parada en que se vendía literatura islámica.

Aunque la experiencia no tuvo sentido, Mahtob y yo contabilizamos el día como uno menos que tendríamos que permanecer en Irán.



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