Buenos dias, Tristeza(c.1)

Buenos dias, Tristeza(c.1)

Author:Francoise Sagan
Language: es
Format: mobi
Tags: love_contemporary
Published: 2012-01-27T01:33:30.318497+00:00


Al día siguiente, al encaminarme a casa de Cyril, me sentía intelectualmente mucho menos segura de mí misma. Para celebrar mi curación, había bebido demasiado durante la cena y me puse más que alegre. Le expliqué a mi padre que había decidido hacer una licenciatura en letras, que me trataría con eruditos y que quería llegar a ser una persona famosa y cargante. Se vería obligado a desplegar todos los recursos de la publicidad y del escándalo para catapultarme. Intercambiamos ideas descabelladas, riéndonos a carcajadas. Anne se reía también pero menos ruidosamente, como con indulgencia. De cuando en cuando, no se reía en absoluto, ya que mis proyectos de lanzamiento rebasaban los límites de la literatura y de la mera decencia. Pero mi padre parecía tan manifiestamente feliz de que nos reencontrásemos a través de nuestras bromas estúpidas que no decía nada. Al final, me acostaron y me arroparon. Les di vehementemente las gracias y les pregunté qué haría yo sin ellos. Mi padre no lo sabía en absoluto. Anne parecía tener una idea bastante feroz al respecto, pero cuando le supliqué que me lo dijese y se inclinó hacia mí, me quedé profundamente dormida. Por la noche, estuve enferma. El despertar fue de lo más espantoso. Con la mente confusa y el corazón vacilante, me encaminé hacia el pinar, sin prestar la menor atención al mar matinal y a las gaviotas enardecidas.

Me encontré a Cyril a la entrada del jardín. Se abalanzó hacia mí, me tomó en sus brazos, me estrechó violentamente contra él musitando frases confusas:

—Cariño, estaba muy inquieto... Hace tanto tiempo... No sabía nada de ti, si esa mujer te lo hacía pasar mal... No sabía que yo mismo pudiera ser tan desgraciado... Pasaba todas las tardes delante de la cala, una vez, dos veces... No creía que te quisiera tanto...

—Yo tampoco —dije.

A decir verdad, la cosa me sorprendía y me conmovía a un tiempo. Lamentaba estar tan mareada, no poder demostrarle mi emoción.

—Qué pálida estás —dijo—. De ahora en adelante, me ocuparé yo de ti, no dejaré que sigan maltratándote.

Reconocí la imaginación de Elsa. Pregunté a Cyril qué opinaba su madre.

—Se la he presentado como una amiga, una huérfana —dijo Cyril—. Además, Elsa es muy agradable. Me ha contado todo lo de esa mujer. Es curioso que sea capaz de tales intrigas, con esa cara tan distinguida y esa clase.

—Elsa ha exagerado mucho —murmuré débilmente—. Quería decirte precisamente que...

—Yo también tengo algo que decirte —me interrumpió Cyril—. Cécile, quiero casarme contigo.

Me invadió un instante de pánico. Había que hacer algo, decir algo. De no haber sido por aquel espantoso mareo...

—Te quiero —decía Cyril con la boca pegada a mi pelo—. He mandado a paseo el derecho, me han ofrecido un trabajo interesante... un tío mío. Tengo veintiséis años, ya no soy ningún niño, estoy hablando en serio. ¿Qué me dices?

Busqué desesperadamente alguna frase equívoca que quedase bien. No quería casarme con él. Le quería pero no quería casarme con él. No quería casarme con nadie, estaba cansada.



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