Abzurdah by Cielo Latini

Abzurdah by Cielo Latini

Author:Cielo Latini
Language: es
Format: mobi, epub
Tags: love_contemporary
Published: 2012-01-27T00:06:30.310867+00:00


Un cuerpo imperfecto refleja a una persona imperfecta

No admires lo que sos sino lo que podés llegar a ser. No se puede ser demasiado rico ni demasiado flaco. El dolor es temporal, la gloria es eterna. El hambre duele pero funciona. Los huesos definen quiénes somos realmente, dejá que se vean. Comé menos, pesá menos. Mi cuerpo es puro: es un pecado corromperlo con comida. Frases que llenaban mi página de poesía, de energía para seguir adelante. Inspiraba a las que creían que iban por mal camino y nos recordaba a quienes nos sentíamos triunfadoras que aún no habíamos ganado nada. Ese es el tema con la anorexia: cuesta definir los límites y casi nunca las cosas salen como las planeaste. Pasé en tres meses de pesar cincuenta y cuatro a cuarenta y siete. Cuarenta y siete kilos para un metro sesenta y siete de altura: no era extremadamente flaca (bueno, algunos dirán que sí) pero sí era extremadamente inesperado para una persona que a los doce años pesaba sesenta y cuatro, es decir: casi veinte kilos más. No puedo explicar lo que sentía en ese momento, lo que sí puedo decir es que no podía compartirlo con nadie. Mis amigas habían dejado de serlo: no quería ver a nadie porque ya casi no podía disimular el cansancio en mis ojos, en mi cabeza, en mi piel, en todo mi cuerpo y espíritu. Aquellos cuarenta y siete kilos me pesaban una tonelada en la consciencia. Muchas personas se percataron de lo mucho que había adelgazado (a saber: diez kilos en tres meses) pero solo una tuvo el coraje de enfrentarme y adivinen quién fue.

“No me gustas tan flaca, me parece que te voy a partir si te toco”. Escuchar aquello de los labios de Alejandro me dio satisfacción. Me había roto toda la vida, desde que lo conocí pero en este momento se estaba dando cuenta de mi fragilidad. Mi delgadez estaba dándome frutos: estaba conscientizando a Alejandro. Era todo lo que quería ¡era más de lo que quería! Desafortunadamente que Alejandro me dijera eso no fue suficiente. Necesitaba más. Necesitaba verme los huesos de la cadera, los huesos en mi espalda, las costillas puntiagudas que me dolían al dormir. ¡Aquel dolor exquisito! Calambres en las piernas y el cerebro en remojo. Un cuerpo perfecto para una mujer perfecta. Y sin embargo aún no era feliz.

Comencé a jugar con mis límites: necesitaba desafiarme una vez más. Empecé a ayunar cada vez más seguido y junto con el ayuno llegaron el deterioro emocional y un mal funcionamiento social. Me acuciaba una depresión severa: me confundía sentirme contenta por no haber comido y a la vez extremadamente triste sin razón aparente. Ya no veía a mis amigas y mi buen humor había desaparecido por completo. Tenía problemas gastrointestinales, ansiedad, necesidad de dormir, mareos, terribles dolores de cabeza, problemas visuales (“todo me da vueltas” “no puedo leer”) y un frío escabroso. Aquello era lo que más detestaba: el frío. Así hicieran treinta y cuatro grados de calor yo necesitaba algo de lana para taparme: un pulóver, una bufanda.



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