Las Cuatro Estaciones by Stephen King

Las Cuatro Estaciones by Stephen King

Author:Stephen King
Format: mobi
Tags: King, Spanish: Adult Fiction, Horror, Stephen - Prose & Criticism, Short Stories (single author), Fiction, Fantasy, Horror - General, Horror fiction, Short stories, Spanish language materials
ISBN: 9788497931311
Publisher: Random House Mondadori
Published: 2004-09-15T05:00:00+00:00


STEPHEN KING LAS CUATRO ESTACIONES.

—¿Quién es?

—Oiga, señor Bowden, aquí Ed Frenen, del instituto de Santo Donato.

—¿Sí? —cortés, pero sólo eso. Seguramente no le reconocía. Bueno, habían pasado tres años y debían de olvidársele algunas cosas de vez en cuando.

—¿Me recuerda usted?

—¿Tendría que recordarle? —la voz de Bowden tenía un tono cauto y Ed sonrió. Era evidente que se le olvidaban las cosas, pero no quería que se diera cuenta nadie, si podía evitarlo. A su padre le había pasado lo mismo cuando empezó a fallarle el oído.

—Fui asesor de Todd en el instituto de Santo Donato y llamaba para felicitarle. Superó bien el bache de noveno, ¿verdad? Y ahora, como remate, es estrella de béisbol. ¡No está mal!

— ¡Todd! —dijo el anciano, animándose en seguida—. Sí, realmente se ha portado muy bien,

¿verdad? ¡El segundo de su promoción! Y la chica que iba delante de él hizo cursos de comercio —hubo un carraspeo desdeñoso en la voz del anciano—. Mi hijo me llamó y me dijo que me llevaba si quería a la ceremonia de fin de curso de Todd, pero, sabe, estoy ya en una silla de ruedas. Me rompí la cadera en enero. No quería ir en una silla de ruedas. Pero tengo su foto recibiendo el diploma en el vestíbulo, claro. Los padres de Todd están muy orgullosos de él. Y yo también, claro.

—Sí, creo que conseguimos que superara la fase crítica —dijo Ed; sonreía al decirlo, aunque era una sonrisa un tanto perpleja; había algo en el abuelo de Todd que le parecía distinto. Claro que había pasado mucho tiempo...

—¿Fase crítica? ¿Qué fase crítica?

—La breve charla que tuvimos... cuando Todd tuvo aquellos problemas con las tareas escolares.

En noveno...

—Perdone, pero no le entiendo —dijo el anciano, despacio—. Yo nunca osaría hablar por el hijo de Richard. Eso crearía problemas... jo, jo. Usted no sabe cuántos problemas crearía. Creo que se equivoca usted, joven.

—Pero...

—Sin duda hay un error. Nos confunde usted con otro estudiante y otro abuelo, me parece.

Ed estaba perplejo. Era una de las pocas veces de su vida en que no se le ocurría nada que decir.

Si había algún error, no era evidentemente él quien lo cometía.

—Bueno —dijo vacilante el señor Bowden—. Muy amable por su llamada, señor...

Ed recuperó la palabra.

—Oiga, señor Bowden, mire, estoy aquí, en San Remo. En una convención. De asesores escola-res. Mañana por la mañana se clausura la convención y a partir de las diez estaré libre. ¿Podría pasar-me por... —consultó de nuevo el listín telefónico— ...por Ridge Lañe y verle un momento?

—¿Pero para qué?

—Simple curiosidad, supongo. Ahora todo ha vuelto a su cauce, pero, hace tres años, Todd tuvo un bajón muy serio en los estudios. De hecho, sus calificaciones bajaron tanto que enviamos a su casa una carta con el boletín de notas pidiendo una entrevista con el padre o la madre o, mejor aún, con ambos. Y, como respuesta, me visitó su abuelo, un hombre muy agradable llamado Víctor Bowden.

—Pero yo ya le he dicho que...

—Ya, ya. Pero de todas formas yo hablé con alguien que dijo ser el abuelo de Todd.



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