En busca del tiempo perdido by Proust Marcel

En busca del tiempo perdido by Proust Marcel

Author:Proust, Marcel [Proust, Marcel]
Format: epub
Tags: Unknown
Publisher: Unknown
Published: 2009-12-13T03:15:42+00:00


Yo no lo estaba menos, porque en casa de la princesa nunca se había visto ni se vio luego, un personaje de su calaña. Acababa dé curar al príncipe, ya con la extremaunción, de una neumonía infecciosa y el agradecimiento muy particular que por ello le guardaba la señora de Guermantes, motivó que se desecharan los usos y lo invitaran. No conocía absolutamente a nadie en esos salones, y como no podía vagar en ellos interminablemente solo, igual que un ministro de la muerte, sintió al reconocerme, y por primera vez en su vida, que tenía una infinidad de cosas que decirme, lo que le permitía adquirir cierta soltura, y ése era uno de los motivos por los cuales se me acercaba. Había otro. Él atribuía mucha importancia a no dar nunca un diagnóstico erróneo. Y su correspondencia era tan numerosa que no recordaba exactamente cuando veía una sola vez a un enfermo si la enfermedad había seguido el curso que él le señalara. No se ha olvidado, quizás, de que en el momento del ataque de mi abuela, yo la llevé a su casa, esa noche en que se hacía coser tantas medallas. Dado el tiempo transcurrido, no recordaba más la participación que se le enviara luego. “¿Su señora abuela ha muerto, verdad? me dijo con una voz en que una casi certidumbre calmaba una leve aprensión. ¡Ah! ¡En efecto! Por otra parte, desde el primer momento en que la vi, mi pronóstico fue completamente sombrío, lo recuerdo muy bien.” Así es como el profesor E... supo o volvió a enterarse de la muerte de mi abuela, y debo decir en su elogio, que es el del cuerpo médico integro, sin manifestar, sin experimentar quizás satisfacción alguna. Los errores de los médicos son innumerables. Pecan habitualmente de optimismo en cuanto al régimen, por pesimismo en cuanto al desenlace. “¿Vino? En cantidades moderadas; no puede hacerle daño; en última instancia, es un tónico... ¿El placer físico? Después de todo, es una función. Se lo permito, sin abusos; usted me entiende. El exceso es un defecto para todo.” Y, por consiguiente, qué tentación para el enfermo renunciar a esos dos revividores: el agua y la castidad. Por el contrario, si uno tiene algo en el corazón, albúmina, etc., ya no durará mucho tiempo. Habitualmente, trastornos graves aunque funcionales se atribuyen a un cáncer imaginario. Es inútil continuar unas consultas que no podrían detener una enfermedad incurable. Si el enfermo entregado a sí mismo se impone entonces un régimen implacable y luego cura o por lo menos sobrevive; al verse saludado el médico en la Avenida de la ópera, cuando lo creía desde hacía tiempo en el Pére Lachaise, creerá que ese sombrerazo es un gesto de insolencia desafiante. Un paseo inocente efectuado en sus barbas no le provocaría más enojo al presidente de la Corte de Assises que dos años antes pronunció una condena a muerte contra el rústico que parece no temer nada. A los médicos (no se trata de



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