Legion(v.1) by William Peter Blatty

Legion(v.1) by William Peter Blatty

Author:William Peter Blatty
Language: es
Format: mobi
Published: 2011-10-31T00:00:00+00:00


De regreso en la Comisaría, Kinderman pasó a través del ruidoso cuarto de la brigada, entró en su oficina y cerró la puerta. Atkins estaba esperándole. Se apoyaba contra una pared. Llevaba unos pantalones vaqueros de color azul y un grueso jersey con cuello alto vuelto, debajo de una chaqueta de cuero negro reluciente.

—Estamos descendiendo demasiado, Capitán Nemo —dijo Kinderman mirándole desmayadamente desde la puerta—. El casco no puede resistir esta presión. —Se encaminó hacia su escritorio—. Y yo tampoco puedo. ¿Atkins, en qué estás pensando? Detente. La duodécima noche ya está en el Folger, no aquí. ¿Qué es esto?

El detective se inclinó sobre su mesa escritorio y recogió dos croquis montados. Los miró con aire estúpido y después lanzó una mirada lastimera hacia Atkins.

—¿Éstos son los sospechosos? —preguntó.

—Ninguno de ellos fue visto con claridad —explicó Atkins.

—Me doy cuenta de ello. El viejo se parece a un aguacate senil que intenta hacerse pasar por Harpo Marx. Y el otro, entretanto, me confunde el cerebro. ¿El hombre del anorak tenía bigote? Nadie mencionó un bigote en la iglesia, ni una palabra al respecto.

—Ésa fue la contribución de la señorita Volpe.

—Señorita Volpe... —Kinderman dejó caer los croquis y se frotó la cara con la mano—. Meshugge, señorita Volpe, le presento a Julie Febré.

—Tengo que decirle algo, teniente.

—Ahora no. ¿No sabe ver cuándo un hombre está intentando morirse? Eso requiere una concentración absoluta, total. —Kinderman se sentó tristemente a su despacho y miró los croquis—. Sherlock Holmes lo tenía muy fácil —se lamentó lúgubremente—. No tenía ningún croquis del perro de los Baskerville con qué enfrentarse. Además, la señorita Volpe, sin duda alguna, tiene el valor de diez de sus Moriarty.

—Ha llegado el expediente Géminis, señor.

—Ya lo sé. Puedo verlo en mi escritorio. ¿Salimos a la superficie, Nemo? Mi visión ya no está confusa.

—Tengo algunas novedades para usted, teniente.

—Conserva tus pensamientos. He tenido un día fascinante en el «Hospital» de Georgetown. ¿No vas a preguntarme sobre mi día?

—¿Qué ha sucedido?

—No estoy en condiciones de discutirlo en este momento. Quiero tu opinión sobre algo. Todo esto es académico. ¿Lo comprendes? Sólo supón estos hechos hipotéticos. Un psiquiatra experimentado, alguien como el Jefe de Psiquiatría en el hospital, lleva a cabo torpes esfuerzos para hacerme creer que está encubriendo a un colega; digamos, por ejemplo, un neurólogo que trabaja en el problema del dolor. Esto sucede, en este hipotético caso, cuando yo le pregunto a este psiquiatra imaginario si entre su personal hay alguna persona que tenga cierta excentricidad en su modo de escribir. Este psiquiatra simulador me mira fijamente a los ojos durante dos o tres horas, entonces desvía la mirada a lo lejos y profiere un «no» con voz muy alta. Además, como un lince, yo descubro que hay fricciones entre ambos. Quizá no. Pero creo que sí. ¿Qué es lo que tú deduces de estas insensateces, Atkins?

—El psiquiatra quiere señalar con el dedo al neurólogo, pero no desea hacerlo de modo abierto.

—¿Y por qué no? —preguntó el detective—. Recuerda, este hombre está obstruyendo a la justicia.



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