El Enigma Vivaldi by Peter Harris

El Enigma Vivaldi by Peter Harris

Author:Peter Harris
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-02-15T00:00:00+00:00


María pulsó dos veces, casi consecutivas, el interfono de casa de Stefano Michelotto. Casi inmediatamente le llegó la respuesta:

- Prego?

—María del Sarto y Lucio Torres, ¿puede abrirnos, por favor?

No obtuvo respuesta, lo que fue aprovechado por Lucio para rezongar una protesta más por haber vuelto para reunirse de nuevo con aquella gente. Los segundos transcurrían sin que nadie acudiese a abrirles. Lucio se impacientaba cada vez más.

—¡Seguro que lo hacen para humillarnos por haberles dado un portazo! ¿Ves cómo yo tengo razón y no deberíamos haber venido?

María empezaba a perder la paciencia cuando una de las pesadas hojas de madera se entreabrió y apareció el mayordomo:

—¿Tienen los señores concertada alguna cita?

—¿¡Que si tenemos qué!? —el grito de Lucio iba acompañado de una mirada iracunda.

El mayordomo insistió, imperturbable:

—Pregunto si tienen los señores concertada una cita.

—¡Mire usted! ¡Acabamos de salir hace un rato! ¿Ya no se acuerda de nosotros? —Lucio acercó su cara a la del mayordomo, quien no movió un solo músculo y se limitó a decir con el mismo tono de voz de las dos veces anteriores:

—Insisto, ¿tienen los señores concertada cita?

María se adelantó al exabrupto con que iba a responder Lucio.

—Sí, teníamos una cita. Era a las diez.

—Perdóneme, señora, pero son cerca de la una... comprenderá usted que...

—¿Qué es lo que he de comprender? —preguntó a su vez Lucio.

—Que personas como ustedes no pueden hacer esperar al dottore casi tres horas.

—¡Cómo que alguien como nosotros! —Por primera vez asomaba la indignación en las palabras de María—. ¿Quién se cree usted para ofendernos de esa forma?

El mayordomo hizo un gesto con la cabeza y sin decir palabra dio la vuelta y cerró tras de sí la puerta.

—¡Será hijo de puta! —gritó Lucio, mientras golpeaba con los puños las pesadas hojas de madera. Luego pulsó varias veces el interfono con una fuerza que parecía que su deseo era taladrar la pared.

—¡Déjalo, Lucio! ¡No merece la pena! —le gritó María—. Ahora es mucho más importante que actuemos con tranquilidad.

—¿Con tranquilidad, dices?

—Sí, con tranquilidad. Si tú llevas razón y estas gentes, que han de ser peces muy gordos, teniendo en cuenta que entre ellos se encontraba la Strozzi, nos han provocado para alejarnos de ellos, es porque la partitura encierra algo que todavía hoy tiene una gran importancia.

—¿Adonde quieres llegar? —preguntó Lucio un poco más calmado.

—Escúchame atentamente. Si queremos ganarles la partida tenemos que hacerlo con habilidad. Ellos son poderosos y tienen muchos más medios. Además, Michelotto desentrañará el secreto que encierra la partitura, si es que no lo ha hecho ya.

—¿En ese caso?

—Aun en ese caso, creo que tendríamos una carta a nuestro favor.

—Lo que creo es que este embrollo no puede depararnos nada bueno. Aunque después de ver la actitud de esos tíos, me gustaría darles en los morros.

—Pues si ése es tu deseo escúchame atentamente y no me interrumpas, porque la posibilidad que tenemos de darles en los morros, como tú dices, depende de la velocidad con que actuemos.



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