La Galatea

La Galatea

Author:Miguel De Cervantes Saavedra
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_classic
Publisher: DominioPublico.es
Published: 2010-01-01T00:00:00+00:00


LAUSO

Si yo dijere el bien del pensamiento,

en mal se vuelva cuanto bien poseo;

que no es para decirse el bien que siento.

De mí mesmo se encubra mi deseo,

enmudezca la lengua en esta parte

y en el silencio ponga su trofeo.

Pare aquí el artificio, cese el arte

de exagerar el gusto qu’en un alma

con mano liberal amor reparte.

Baste decir que en sosegada calma

paso el mar amoroso, confiado

de honesto triunfo y vencedera palma.

Sin saberse la causa, lo causado

se sepa; que es un bien tan sin medida

que sólo para el alma es reservado.

Ya tengo nuevo ser, ya tengo vida,

ya puedo cobrar nombre en todo el suelo

de ilustre y clara fama conoscida;

qu’el limpio intento, al amoroso celo

que encierra el pecho enamorado mío,

alzarme puede al más subido cielo.

En ti, Silena, espero; en ti confío,

Silena, gloria de mi pensamiento,

norte por quien se rige mi albedrío.

Espero qu’el sin par entendimiento

tuyo levantes a entender que valgo

por fe lo que no está en merescimiento.

Confío que tendrás, pastora, en algo,

después de hacerte cierta la experiencia,

la sana voluntad de un pecho hidalgo.

¿Qué bienes no asegura tu presencia?

¿Qué males no destierra? ¿Y quién sin ella

sufrirá un punto la terrible ausencia?

¡Oh, más que la belleza misma bella,

más que la propria discreción discreta,

sol a mis ojos y a mi mar estrella!

No la que fue de la nombrada Creta

robada por el falso hermoso toro

igualó a tu hermosura tan perfecta;

ni aquella que en sus faldas granos de oro

sintió llover, por quien después no pudo

guardar el virginal rico tesoro;

ni aquella que con brazo airado y crudo,

en la sangre castísima del pecho

tiñó el puñal, en su limpieza, agudo;

ni aquella que a furor movió y despecho

contra Troya los griegos corazones,

por quien fue el Ilión roto y desecho;

ni la que los latinos escuadrones

hizo mover contra la teucra gente,

a quien Juno causó tantas pasiones;

ni menos la que tiene diferente

fama de la entereza y el trofeo

con que su honestidad guardó excelente:

digo de aquella que lloró a Siqueo,

del mantuano Títiro notada

de vano antojo y no cabal deseo;

no en cuantas tuvo hermosas la pasada

edad, ni la presente tiene agora,

ni en la de por venir será hallada

quien llegase ni llegue a mi pastora

en valor, en saber, en hermosura,

en merecer del mundo ser señora.

¡Dichoso aquél que con firmeza pura

fuere de ti, Silena, bien querido,

sin gustar de los celos la amargura!

¡Amor, que a tanta alteza me has subido,

no me derribes con pesada mano

a la bajeza escura del olvido!

¡Sé conmigo señor, y no tirano!



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