\'brontosaurus\' Y La Nalga Del Ministro by Stephen Jay Gould

\'brontosaurus\' Y La Nalga Del Ministro by Stephen Jay Gould

Author:Stephen Jay Gould
Language: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788474238181
Publisher: Crítica
Published: 2011-10-12T23:00:00+00:00


A los negros se les pagaba media corona por cada hembra, pero el precio de la harina, el té y el azúcar, que yo les vendía, subía con los suministros de equidnas. Por lo tanto, las medias coronas siempre eran suficientes para comprar la comida justa para mantener hambrientos a los perezosos negros.

Desde luego, esto se hacía con frecuencia, pero raramente se proclamaba tan claramente y sin pedir disculpas. En cualquier caso, Caldwell acabó por encontrar los huevos del ornitorrinco (que por lo general se ponían de dos en dos y que era fácil pasar por alto por su pequeño tamaño de menos de 2 centímetros de longitud).

Caldwell resolvió un misterio específico que había atormentado a la zoología durante casi un siglo, pero no hizo más que intensificar el problema general. Había probado de manera irrevocable que el ornitorrinco es una mezcla, no disponible para su colocación inequívoca en ningún grupo principal de vertebrados. Geoffroy había tenido razón en lo que respecta a los huevos; Meckel en lo de las glándulas mamarias.

El ornitorrinco siempre ha sufrido falsas expectativas basadas en las debilidades humanas. (Este ensayo discute las dos fases de esta falsa esperanza, y después intenta rescatar al pobre ornitorrinco a partir de sus propios méritos). Durante el medio siglo transcurrido entre su descubrimiento y El origen de las especies de Darwin, el ornitorrinco soportó innumerables intentos de negar o mitigar su verdadera mezcla de caracteres asociados con diferentes grupos de vertebrados. La naturaleza precisaba de categorías netas establecidas por la sabiduría divina. Un animal no podía, a la vez, poner huevos y alimentar a sus crías con leche procedente de glándulas mamarias. De manera que Geoffroy insistía en los huevos y negaba la leche; y Meckel en la leche y en el parto.

El descubrimiento de Caldwell coincidió con el vigesimoquinto aniversario de El origen de Darwin. Por esta época, la evolución había hecho aceptable la idea de los caracteres intermedios (y de las mezclas de caracteres), si no claramente intrigante. Aun así, liberado de una carga, el ornitorrinco asumía otra, esta vez impuesta por la evolución, la misma idea que acababa de liberar a esta pobre criatura de su inclusión forzada en categorías rígidas e inadecuadas. El ornitorrinco, en resumen, cargó sobre sus hombros (con su hueso interclavicular) el peso del primitivismo. Sería un mamífero, desde luego; pero era una ameba entre los dioses, un pobre tipo miserable y deslucido abrumado por la marca reptiliana de Caín.

Caldwell despachó su epítome hace un siglo, pero el ornitorrinco no se ha librado todavía del infortunio. He pasado la última semana prácticamente como un lector de ornitorrincología a tiempo completo. Con unas pocas y bienvenidas excepciones (que proceden principalmente de biólogos australianos que conocen íntimamente a este animal), casi todos los artículos identifican algo básico del ornitorrinco como subdesarrollado o ineficaz en relación a los mamíferos placentarios; como si la presencia inequívoca de caracteres premamiferianos condenara cada característica del ornitorrinco a un estado inacabado y torpe.

Antes de refutar el mito del primitivismo



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